Es innegable que existe una verdad aceptada por todos en la frase "el conocimiento es poder" y que ese poder se traduce en estatus dentro de las sociedades posmodernas y neoliberales; para obtenerlo es necesario prepararse, educarse y formarse dentro de los llamados conocimientos científicos.
Sin embargo, es importante esclarecer que existen principios o reglas del juego que no se pueden soslayar y que son comunes a todas las ciencias para su estudio; dichas reglas son seguidas por los científicos cuando están generando nuevos conocimientos. Como recordaremos, en el artículo anterior hablamos de los cuatro primeros principios, a saber: no decir mentiras, no ocultar verdades, no salirse de la realidad y no rebasar la información obtenida científicamente (Ruy Pérez Tamayo, 1995).
Los principios restantes se refieren a aspectos no menos importantes, tales como: los hechos también se equivocan, esto significa que la búsqueda del conocimiento científico se da en la interacción entre dos elementos vivos y cambiantes: el investigador y la realidad, es decir, que la realidad no siempre es lo que parece, de ahí la necesidad de repetir los experimentos y confirmar los resultados.
La realidad es independiente de nuestros deseos.- Por experiencia se sabe que nuestros deseos no tienen la menor influencia en la configuración y en los mecanismos del mundo en que vivimos, por lo que la mejor actitud para estudiarlos y conocerlos es con aceptación y respeto, en otras palabras, el mundo es como es, no como nosotros quisiéramos que fuera y nuestros deseos no lo van a cambiar.
Como podemos observar, el conocimiento científicamente adquirido sobre la realidad a la que pertenecemos representa un patrimonio riquísimo de la humanidad; por lo que, quien lo posea, podrá aprovechar ese conocimiento para evolucionar como persona. En la sociedad actual, la gente formada e informada accede a mejores niveles de mundo y vida.
En este panorama, el profesor juega un papel preponderante; y si para tener poder hay que tener conocimientos, la mejor forma de adquirirlos, es bajo la guía y tutela de un buen maestro.
Tanto para las investigaciones originales como para el estudio del conocimiento acumulado durante la evolución de la humanidad, el papel que desempeña un docente, es esencial e insustituible.
En la formación de investigadores, la tarea del maestro es un factor determinante en el nivel de calidad de investigador que el alumno finalmente alcanza y en la generación de nuevos conocimientos, su función es esencialmente tutorial; el aspirante a investigador, convive con su profesor, comparte su sistema de trabajo, se guía con su conocimiento, al principio lo imita, luego lo iguala, para finalmente llegar a superarlo.
En el estudio del conocimiento acumulado por la humanidad, el profesor debe ser orientador y facilitador del aprendizaje de sus alumnos, de tal manera que dicho conocimiento sea asequible para todos los aprendices por igual.
Sin el ánimo de ser excluyentes, se pudiera consensuar al menos cinco cualidades esenciales que un buen maestro debe reunir:
1°.- Ser un investigador activo. Esta cualidad es fundamental ya que es prácticamente imposible enseñar a hacer algo que el propio maestro no hace, por lo que el alumno no aprenderá a investigar, si el profesor no se mantiene activo en ese campo.
2°.- Estar genuinamente interesado en la enseñanza. Para el buen profesor, los estudiantes son el interés central de todas sus actividades, las que diseña y lleva a la práctica en función de los beneficios que puedan resultar para los aprendices; cuántos profesores conocemos que ven a su actividad como contratistas intelectuales que trabajan en el sistema educativo para su solo beneficio.
3°.- Saber estimular al alumno. No hay nada más importante en la función del docente, que motivar a los desmotivados, el buen profesor debe identificar el momento preciso para inducir al alumno a pensar por sí mismo, a imaginar sus propias soluciones, a tener ideas propias; por eso, el maestro jamás deberá dar el problema y la solución, será mejor sugerir al alumno que ponga a prueba sus ideas, que explore, que se anime a aprender por experiencia propia. Ya lo decía Ortega y Gasset "quien quiera enseñarnos una verdad, que no nos la diga, que nos ponga en condiciones de aprenderla por nosotros mismos".
4°. Saber cuándo no estorbar. Ser buen maestro implica saber cuándo no estar presente, cuándo es necesario quitarse de enfrente para que los estudiantes transiten libremente; se ha demostrado que la atención en exceso solícita, la vigilancia excesiva, la intervención continua del profesor resulta negativa ya que inhibe el desarrollo independiente y tiende a crear una dependencia intelectual lamentable; no hay nada más inútil que hacer dependientes a los alumnos, es necesario formarles autonomía, es decir, que puedan aprender con el maestro, sin el maestro y a pesar del maestro.
5°. Aceptar que la meta es que los alumnos superen al maestro. Es ésta la cualidad más característica del buen profesor, porque se basa en la plena conciencia de que su papel es el de ser eslabón en la cadena humana que lo trasciende; algún día y en algún momento alguno de sus alumnos lo rebasará por mucho y ésa deberá ser su mejor recompensa.
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