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El profesor y el poder del conocimiento

ROLANDO CRUZ GARCÍA

Las presentes reflexiones, me vienen a la mente a partir del grato recuerdo que conservo de mi maestra Beatriz, quien me dio clases en sexto año de primaria; nos daba todas las materias, menos deportes, y nos enseñaba matemáticas, español, historia, geografía, biología y civismo, todas con calidad, pero sobre todo con una calidez que nunca voy a poder olvidar; de igual manera recuerdo su firme regaño, pero su suave forma de enseñarnos.

Además cambiaba cada hora de materia y volvía al tema exactamente en donde lo había dejado y lograba recordar en qué página nos quedamos sus alumnos. Yo imaginaba que la maestra Beatriz tenía en su cabeza una serie de archivos o carpetas marcadas con el nombre de cada materia y que los abría cada vez que los necesitaba; como nunca se equivocaba y todo lo sabía, siempre tenía las respuestas a todos los temas, eso hacía que la viéramos enorme y poderosa, con un poder que todos queríamos llegar a tener. Debo reconocer que en aquel entonces no lo definía como ahora, más bien era una especie de encantamiento con su claridad y con la calma que nos transmitía al asegurar que algún día nosotros también sabríamos todo.

Pero, ¿a qué nos referimos con conocimiento?, a simple vista pareciera fácil distinguirlo, sobre todo a partir de lo que ignoramos, pero al definirlo, la real academia española dice: acción y efecto de conocer. Y el término conocer como averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. La anterior definición significa entonces que las emociones, los presentimientos, las convicciones, las creencias y todas las demás formas de relacionarnos con la realidad, no nos llevan al conocimiento; es decir, lo que constituye la mayor parte del contenido de nuestra vida diaria es inútil para lograr conocimiento.

Lo anterior quiere decir que, a pesar de estar utilizando nuestras facultades intelectuales para conocer lo que nos rodea, resulta que conocemos muy pocas cosas. En los medios académicos surgen entonces, preguntas clave para diferenciar entre entender, conocer, saber y creer. De hecho se han escrito libros tratando de separar el sentido de cada uno de estos términos.

Los científicos consideran que la palabra conocimiento puede usarse de dos maneras: una, de forma restringida, que se refiere sólo a los datos obtenidos por medio de un método científico; y otra, en sentido más amplio que además incluye la información generada por otros procedimientos. Naturalmente, para los estudiosos el único conocimiento válido es el obtenido a través del método, el análisis crítico y la confirmación. Pero además, están convencidos de que dicho conocimiento es incompleto, ya que al tratar de explicar un fenómeno determinado, influyen también las subjetividades de quien lo estudia.

Todo lo anterior significa que casi nunca podemos afirmar categóricamente que las cosas son de una manera o de otra, sino más bien que probablemente sean así. A pesar de que el conocimiento obtenido por el método científico más riguroso es incompleto, parcialmente falso y probabilístico, los hombres de ciencia insisten en que es lo mejor que tenemos y que funciona para explicarnos la realidad. Ninguna otra de las numerosas formas de relación del ser humano con la realidad, que se consideren conocimiento, tiene una hoja de servicios a la humanidad como el conocimiento científico; pero no todo ha sido positivo: también ha sido responsable de la barbarie humana que generó el gas tóxico, la guerra bacteriológica, la bomba atómica, el Napalm y los agentes desfoliantes, el infierno de fuego etc.

El conocimiento no es bueno ni malo, no se puede hacer juicios éticos sobre él, ya que no posee ni intenciones ni libre albedrío. Lo que sí puede y debe juzgarse es el uso que hacemos los hombres de él; acusar al conocimiento del mal uso, es una salida fácil, pero falsa, ya que somos los únicos responsables.

Se atribuye a Sir Francis Bacon (1561-1626) la frase "Knowledge is Power" que significa: "el Conocimiento es Poder, para nuestros tiempos es obvio, pero para aquella época resultaba una novedad. Dicho poder aludía a la autoridad que el hombre tenía sobre la naturaleza a través del conocimiento, es decir, poder utilizar al mundo que nos rodea para mejorar nuestra calidad de vida, aprovechar los recursos naturales en nuestro beneficio, mejorar la producción y distribución de alimentos, regular el comercio y la economía, manejar la industria, promover y conservar la salud etc., para todo ello, necesitamos conocimiento.

El poder del conocimiento no sólo es práctico, no sólo nos permite hacer bien las cosas, también es teórico, nos facilita pensar bien las cosas; esto es particularmente cierto en las humanidades, también llamadas ciencias sociales, cuyos campos de estudio son mucho más difíciles y complejos que las ciencias naturales; lo que sí existe en común para ambas ciencias es un conjunto de prácticas o "reglas del juego" que se siguen siempre para generar nuevos conocimientos:

1. No decir mentiras: en la ciencia no se vale decir mentiras y aunque aplica para otras actividades humanas, en la generación de conocimiento va en contra de su propia naturaleza, por lo que deberá estar lo más apegada a la realidad posible.

2.- No ocultar verdades: no es lo mismo decir una mentira que ocultar una verdad, en la ciencia esto es común, sobre todo al descubrir algún procedimiento nuevo o al explorar un área no definida; quien oculta una o más verdades está obrando en contra de los mejores intereses del conocimiento.

3.- No salirse de la realidad: el campo científico es la propia realidad, por lo que todo lo que se aparte de ella queda fuera de su alcance y de su interés. Es una regla del juego, se trabaja con hechos.

4.- No rebasar la información obtenida científicamente: cuando se genera conocimiento sobre un sector de la realidad, la primera tentación es extrapolarlo a otros sectores más o menos semejantes, pero todavía no explorados, con la esperanza de que también en éstos sea cierto.

En la siguiente entrega analizaremos las reglas comunes para todas las ciencias, el papel del profesor en el logro del poder del conocimiento y las cualidades que debe poseer para diseminar dicho conocimiento.

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