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El psicópata como ícono cultural

Los días, los hombres, las ideas

FRANCISCO JOSÉ AMPARÁN

Nos hemos venido acostumbrando a que personajes con cuestionable capacidad intelectual o evidentes trastornos mentales se conviertan en ídolos de las multitudes o modelos de comportamiento para las masas. Y no sólo en el campo de la política, donde ya sé en quién están pensando. No, ello ocurre en los más diversos ámbitos. De repente un gángster, un deportista o una cantantilla se vuelven los referentes del éxito y la fama para algunas personas que, mucho me temo, no tienen muy bien fijados sus parámetros de ética, dignidad ni sentido del decoro.

Y algo me dice que el arranque de tal calamidad ocurrió hace cuarenta años esta semana, cuando unos crímenes sanguinarios catapultaron a la fama a un psicópata que había hecho de la manipulación y el lavado de cerebro su modus operandi. Y que, por algún extraño proceso que trataremos de analizar aquí, sigue siendo un personaje conocido en la cultura de masas.

Hace cuatro décadas, siete personas fueron salvajemente asesinadas en dos eventos diferentes en días consecutivos, entre el 8 y el 9 de agosto de 1969, por parte de una pandilla de enajenados conducidos por Charles Manson. Entre las víctimas estaba Sharon Tate, una hermosa actriz, embarazada de más de ocho meses, casada con el director Roman Polanski.

(Según la leyenda urbana, Polanski no llegó esa noche a su casa porque le extraviaron las maletas en una conexión aérea en Nueva York. Por eso luego no hay que quejarse del pésimo servicio en los aeropuertos).

Charles Manson era un don nadie que, a los 32 años, había pasado la mitad de su vida en prisiones juveniles o comunes cuando llegó a la desenfada California de los años sesenta. Era el típico desecho de las sociedades occidentales: había sobrellevado el abandono paterno, una infancia desdichada con una madre alcohólica y una educación harto deficiente; tanto, que al ser detenido por sus últimos crímenes ni siquiera sabía leer ni escribir correctamente.

(Sí, ya sé que lo mismo le pasa a algunas líderes sindicales; pero quizá ésas tienen pretexto: fueron educadas en México por los profesores a su cargo).

Pese a esos lastres, Manson supo sacarle provecho a sus notables capacidades para drogar gente y hacerle creer lo que fuera. Fundó una comuna hippie, que con el tiempo llegó a alcanzar más de dos docenas de miembros, la mayoría jovencitas que lo seguían ciegamente. Manson se constituyó en el patriarca de lo que se daba en llamar La Familia, y que vivía del robo: incursiones nocturnas a hogares, vochos que convertían en buggies para el desierto, extorsiones a conocidos y desconocidos.

La Familia Manson estaba conformada por vagabundos, drogadictos y mujeres jóvenes que por una u otra razón no tenían un ancla emocional y terminaron naufragando ahí. Las drogas (psicodélicas y de todo tipo) que se consumían como si fueran chochos ayudaban a que las voluntades de sus miembros no fueran muy fuertes que digamos. Además, parece que Manson ejercía una extraña fascinación entre quienes lo rodeaban, convirtiéndolos en sus títeres. Algunos lo han comparado con Rasputín: greñudo, con mirada de loco, tendencias patológicas y capacidades hipnóticas.

La mayoría de las mujeres de La Familia eran blancas jóvenes de clase media, nada feas, con entornos y pasados aparentemente normales. Ese es el elemento que suele desconcertar a quienes se sumergen en la historia de esta bizarra colectividad: no se trataba de adolescentes fugitivas, ignorantes y sin parentela que las protegiera. No. Ingresaron en la comuna por propia voluntad, y se avinieron a vivir en esa pocilga dominadas por un fulano al que meses atrás le hubieran sacado la vuelta en el súper. Quizá esa sea la clave de la relativa popularidad de Manson: representa ese lado oscuro que todos tenemos, y cómo nos puede jalar sin que sepamos ni cómo. Que además simbolice la violación de todas las reglas morales, sociales y hasta económicas, también puede formar parte de su atractivo.

Se puede alegar que, teniendo el cerebro frito con LSD, era fácil que a La Familia la controlara un sujeto como Manson. Sí, pero entonces ¿por qué no nos topamos con más sucesos de ese tipo? Asesinatos múltiples, cometidos básicamente por mujeres, bajo las órdenes de un “líder espiritual”, no conozco otros fuera de los de Tate/LaBianca. Además, incluso sobrias, las mujeres mostraron su absoluta devoción a Manson, durante el proceso y mucho después. No, como que aquí opera una desconexión de la voluntad, de la razón, que no tiene qué ver tanto con las drogas.

Para fruncir lo arrugado, se suponía que La Familia tenía una misión en la Tierra, basada en ideas totalmente absurdas: Manson afirmaba que se aproximaba un apocalipsis racial que dio en llamar “Helter Skelter” (como la canción de The Beatles que aparece en el Álbum Blanco). Según esto, los negros se iban a lanzar a exterminar a los blancos. Conseguido su objetivo, los negros tendrían que recurrir al liderazgo de La Familia, que habría sorteado el colapso en una ciudad subterránea en el desierto llamada “el pozo sin fondo”… y les estoy contando los pedazos más lógicos. El hecho es que había quienes creían semejantes idioteces a pie juntillas, y obedecieron a Manson cuando les dio la orden de prender la mecha de Helter Skelter.

Ello ocurrió en la casa de Tate. Por órdenes de Manson, dos mujeres y un hombre (una tercera se quedó afuera echando aguas) masacraron ferozmente a cinco personas, y con su sangre escribieron en la puerta de entrada la palabra “pig” (cerdo). A la noche siguiente, el mismo grupo y otras fulanas hicieron lo mismo con el matrimonio de Leno y Rosemary LaBianca. En la puerta del refri escribieron con sangre “Healter Skelter”. Sí, ni siquiera sabían la ortografía del mentado apocalipsis.

La incompetencia de la Policía de Los Ángeles queda de manifiesto en que no supo ligar los dos eventos. De hecho, Manson fue arrestado semanas después… por robo de vehículos. La participación de La Familia en los crímenes Tate/LaBianca fue conocida por las bravatas que en su celda hizo una de las asesinas. En el otoño de 1969 inició uno de los juicios más sonados de la historia norteamericana. La devoción de las mujeres a Manson (se raparon cuando él se rapó en protesta), la evidente locura de éste (labrándose una suástica en la frente con un cuchillo) y los sordidísimos detalles de sus crímenes lo catapultaron a la fama. Tanto, que el cantante gótico Marilyn Manson lo escogió para que le diera su apellido. Ese fracasado se convirtió en el modelo del psicópata contemporáneo… mejor conocido que miles de humanos que han ayudado a la Humanidad.

Manson y sus cómplices fueron condenados a muerte, pero la sentencia fue cambiada a prisión perpetua cuando California abolió la pena capital. Y ahí siguen. Y seguirán. La mayoría ha apelado para obtener libertad condicional una decena de veces, y se les ha negado. Manson es hoy un anciano esperpéntico aunque desafiante. Quizá crea que su vida sirvió para algo si todavía hay quien quiere su fotografía. Ciertamente hay almas perdidas que piensan que ése es el sentido de la vida: ser famosos; por lo que sea.

Consejo no pedido para impedir que su perro le ordene asesinar al vecino: Vea “Helter Skelter” (2004), competente drama documental de La Familia. Provecho.

Correo: anakin.amparan@yahoo.com.mx

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