El triunfo de ayer, en Torreón, del candidato del PRI, Eduardo Olmos Castro, sólo puede entenderse como una suma de cuatro factores: el creciente control político del clan Moreira en todo el estado de Coahuila; la recuperación que el partido tricolor ha tenido en el país en los últimos dos años; el declive de la imagen del PAN en el ámbito nacional debido a las crisis económica y de seguridad, y el desencanto de un amplio sector de la ciudadanía torreonense por la administración municipal panista de José Ángel Pérez.
De acuerdo al Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), al momento de escribir este artículo, el candidato del Partido Revolucionario Institucional tenía una ventaja de 21 puntos porcentuales sobre su más cercano oponente, Jesús de León Tello, candidato del Partido Acción Nacional, con el 96 por ciento de las casillas computadas y una participación ciudadana del 53.8 por ciento del padrón electoral.
Esta nueva victoria del PRI forma parte de una racha que inició hace un año cuando el tricolor logró adjudicarse los 20 distritos locales en la elección para la renovación del Congreso de Coahuila. Nueve meses después, en los comicios para la renovación de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, los priistas repitieron la dosis del "carro completo" al ganar los siete distritos federales en el estado. En ambas ocasiones el PRI venció en lugares en los que el PAN había ejercido un claro dominio en los últimos años, y lo hizo con amplios márgenes. En la jornada electoral de ayer, en caso de confirmarse los resultados del PREP, el tricolor habría ganado en 31 de los 38 ayuntamientos de la entidad.
Este creciente control del PRI en Coahuila va de la mano de la influencia, cada vez mayor, que el gobernador Humberto Moreira Valdés ejerce en toda la entidad. Con su hermano Rubén en la presidencia del Comité Directivo Estatal priista, y su otro hermano Carlos en la secretaría general de la Sección 38 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el titular del Ejecutivo estatal ha logrado crear una extensa red de la cual pocas cosas se escapan. El clan Moreira, con el apoyo del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI y del organismo sindical más grande de México, el SNTE, ha conseguido revivir en Coahuila la maquinaria priista de antaño capaz de movilizar (acarrear) a grandes cantidades de personas (electores) cuando se requiere. Desde los tiempos de Eliseo Mendoza Berrueto no se había visto en Coahuila un PRI tan avasallador como el de ahora.
Pero esta recuperación de espacios no ha sido un fenómeno único del Estado, sino que es en parte reflejo del resurgimiento del Revolucionario Institucional en el ámbito nacional. Luego de la histórica derrota del año 2000 y del fracaso de 2006, año en el que pasó a ser la tercera fuerza política en México, detrás del PAN y el PRD, el PRI ha venido ganando terreno en gobiernos estatales, municipales, congresos locales y la Cámara de Diputados federal.
Pero si bien es cierto que mucho tiene que ver en este resurgimiento el liderazgo ejercido por Beatriz Paredes, presidenta del CEN del PRI, no menos importante ha sido el desprestigio en que el PAN ha caído luego de nueve años a cargo del Gobierno de la República. Los añejos problemas de inseguridad pública y falta de desarrollo económico, no sólo han quedado sin solución en las administraciones panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, sino que se han agravado, sobre todo en los últimos tres años. El aumento de la violencia y los delitos en las ciudades, así como el incremento del desempleo, han afectado la imagen de Acción Nacional y han puesto en duda su capacidad como partido en el Gobierno.
Algo similar ocurre en Torreón, en donde desde hace siete años el PAN controla la Presidencia Municipal. La administración de José Ángel Pérez ha decepcionado a muchos torreonenses, quienes en los últimos cuatro años han visto cómo la ciudad se ha ido deteriorando en materia de seguridad, servicios y espacios públicos. Además del descuido urbano, las pifias del alcalde y su equipo, de las cuales basta recordar el fallido proceso de controversia constitucional contra la Secretaría de Desarrollo Regional y el torpe manejo del caso PASA, han generado un clima de opinión adverso a su persona y su partido.
Los cuatro factores descritos arriba fueron determinantes en el regreso del PRI a la Alcaldía de Torreón, al grado de que poco importó que el candidato fuera una de las figuras políticas más cuestionadas en la región por su inconstancia en los múltiples cargos públicos desempeñados y por su ciega subordinación a los intereses del gobernador Moreira. De la misma manera que hace cuatro años, José Ángel Pérez triunfó no por méritos propios sino gracias a un fenómeno ajeno a su persona -el llamado efecto Jorge Zermeño, entonces candidato a la gubernatura-, hoy Eduardo Olmos gana no por demostrar que es el mejor candidato, o el menos peor, sino por la inercia de situaciones que no están al alcance de sus manos. Por lo tanto, debe ser consciente de que el trabajo que le espera no es sencillo y que mucho tendrá que hacer para ganarse la confianza de los ciudadanos de Torreón.