La tragedia ocurrida en Hermosillo, Sonora, en ocasión del incendio que afectó a una guardería del Instituto Mexicano del Seguro Social subrogada a particulares, enciende una luz de advertencia en cuanto a la previsión de desastres naturales o causados en virtud de riesgos creados por el hombre.
La muerte de cuarenta y cuatro niños, más las que sobrevengan como resultado de que algunos permanecen heridos de gravedad, ha causado un fuerte impacto en la conciencia nacional.
Las primeras investigaciones acusan la existencia de una cadena de omisiones culpables que atañen tanto a la estructura del IMSS, como a las autoridades locales responsables de la autorización de uso de suelo, apertura y funcionamiento del establecimiento.
La declaración de los funcionarios responsables del Seguro Social, que afirman que el local de la guardería pasó airosamente por un trámite de inspección para efectos de seguridad a fines del mes de mayo pasado, opera en contra del Instituto en la medida en que es prueba de que el sistema no funciona.
El pueblo de México y de Sonora en específico, merecen una explicación que determine las causas del incendio, pero sobre todo del grado de cumplimiento en el caso, de las normas que regulan el funcionamiento de este tipo de guarderías.
La serie de omisiones que provocaron la tragedia, tiene su origen en una actitud tan generalizada como irresponsable, que frente a las eventualidades riesgosas que plantea la naturaleza o la vida diaria en sociedad, suele asumir que “no pasa nada”, lo que en la especie merece el calificativo de criminal.
La experiencia que es objeto de comentario viene a cuento, porque frente al tema prioritario de previsión de desastres en nuestra región, que concierne al control de las aguas del Río Nazas, poco se ha hecho para prevenir una nueva avenida pese a la experiencia del año pasado, cuyo manejo inadecuado enfrentó a sectores sociales y a autoridades de diversos niveles de Gobierno.
Cabe recordar que el entonces secretario de Desarrollo Rural del Gobierno del Estado de Coahuila, admitió la presencia de instalaciones agropecuarias en el lecho de Río Nazas y justificó la construcción de bordos que cambiaron el cauce del Río amenazando la seguridad de poblaciones ribereñas, todo ello bajo el argumento de que los propietarios de las instalaciones intrusas, “traen papeles del Registro Público de la Propiedad…”.
Como en el caso de Hermosillo, si los productores que invaden el lecho alegan tener “papeles” es peor que si no los tuvieran, porque ello implica reconocimiento oficial y por ende responsabilidad de las autoridades, a despecho de nuestro Nazas que como tal no sabe de papeles.
Hoy día la posibilidad de que las aguas del Padre Nazas vuelvan a discurrir por su lecho milenario, es mayor que la del año pasado. Baste conocer que según información que obra en la hemeroteca de El Siglo de Torreón, el día de ayer el agua almacenada en ambas presas, Lázaro Cárdenas y Francisco Zarco, excede en mil ciento veintiséis millones de metros cúbicos por encima del volumen reportado el 9 de junio de 2008.
En términos comparativos hoy existe un sesenta y siete por ciento más agua en las presas que el año pasado y eso que la temporada de lluvias en la cuenca alta apenas empieza y concluye hasta el próximo mes de septiembre. Es cierto que hoy día se está extrayendo agua para riego, pero igual ocurrió el año pasado y se tuvo que usar el cauce natural como desfogue.
Sobre lo que se haya hecho y se haga en previsión de los acontecimientos que pueden esperarse de estos datos, nuestras autoridades de los tres niveles de Gobierno tienen la palabra.
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