Foto: SERGIO REYES
Hace poco más de un año, Juan fue diagnosticado con VIH.
A pesar de su enfermedad, Juan no pierde las ganas de vivir ni tampoco el sentido del humor.
Amor a la vida
Tiene 41 años y dice que vive cada día como si fuera el último, y no porque le tema a la muerte sino porque ha aprendido a valorar todo a su alrededor.
Y es que asegura que antes de ser diagnosticado con VIH, su vida era sólo un exceso.
Fiestas, alcohol, drogas, sexo. "Tal vez Dios me mandó esta enfermedad para que valorara más mi vida. Fue un estirón de orejas".
Hace más de dos años, Juan vivió en Estados Unidos; se fue a trabajar como ilegal y en ese país comenzó a sentirse mal.
"Pensé que tenía cáncer en el estómago porque en realidad el VIH me lo diagnosticaron por casualidad".
Enfermedad
"El VIH-Sida ya no es una enfermedad mortal, y gracias a Dios me siento muy bien porque llevo un estilo de vida saludable y tomo mi medicamento a tiempo".
A raíz del diagnóstico médico, Juan dejó el alcohol, las drogas y el sexo. "No tengo pareja, y así me siento bien. Estoy contento porque he aprendido a valorar cada día de mi vida", comenta Juan.
Sin embargo, a Juan le preocupa que los jóvenes no tomen en serio esta enfermedad.