Hoy será uno de esos sábados en los que tendré el gusto de asistir al taller literario que coordina Saúl Rosales en el Teatro Isauro Martínez cada semana, en las instalaciones del teatro (Matamoros y Galeana, en Torreón).
Tomo esa visita como pretexto para reproducir un texto que escribí para la revista Acequias acerca de este taller. Se titula Andamios.
Durante la segunda mitad de 1996 entré a estudiar Periodismo a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UA de C. Una de las materias, Taller de Redacción, la impartía Saúl Rosales, a quien ya conocía indirectamente porque había leído Autorretrato con Rulfo.
Observador desde siempre, el Maestro notó que yo llevaba mi cuaderno forrado con una foto de Mario Benedetti, que por aquel entonces acababa de publicar Andamios. Yo no lo había leído, Rosales me la prestó. Fue el punto de arranque de una charla entre Rosales, Ricardo Lozano Rangel y yo. A veces, cuando sí íbamos a clases, el Maestro nos facilitaba más libros: Benedetti, Lezama Lima, Agustín Yáñez, John Updike. Pero ni siquiera el apego compartido a la literatura nos salvó, ni a mí ni a Lozano Rangel -que en paz descanse- de reprobar por acumulación de faltas.
La condición de Rosales para no enviarnos a recursar la materia fue que hiciéramos un ensayo sobre las Tragedias de Esquilo: debíamos entregarle el texto en el Teatro Isauro Martínez, donde aún hoy dirige el taller literario cada sábado. Yo fui, entregué mi texto, y a partir de entonces me presenté al taller cada semana durante los próximos ocho años.
Entre los consejos de Rosales que recuerdo con mucha frecuencia, está la recomendación de pensar en escribir libros, no textos dispersos. Hacer libros permite construir con disciplina, permite explorar y exigir cada vez más de la propia pluma.
La Laguna tiene talleres del más alto nivel.
Le debemos mucho a personajes que abrieron el surco para que las letras hallaran su espacio en el desierto coahuilense: Enriqueta Ochoa, Fernando Martínez, Saúl Rosales, Felipe Garrido. A eso hay que añadir que el papel de los talleres es especialmente importante en la región porque no tenemos una Facultad de Filosofía y Letras. Ahora, con la Escuela de Escritores de la Laguna (afiliada a la Sogem), se ha avanzado en subsanar ese hueco.
Afortunadamente, al desinterés de las autoridades se opone cotidianamente la generosidad de los maestros, dispuestos a prestar libros y hablar de autores a quienes llegan a clase con la foto de algún escritor en el cuaderno.
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