En alguna de mis entregas anteriores (titulada Detrás de París) comenté que hoy 14 de febrero se cumplirían veinticinco años de que Julio Cortázar fuera enterrado en el cementerio de Montparnasse.
He visitado su tumba varias veces, de paso por la capital francesa. No son pocas los que acuden libro en mano a leer en voz alta algún pasaje de Rayuela. Alguna vez vi rondando la tumba a una chica que bien podría haber sido La Maga. Si no me animé a hablarle fue por miedo a que me dijera que sí era ella.
La tumba de Julio Cortázar no es una tumba común y corriente, pues en ella hay dos cosas que inmediatamente llaman la atención: la primera es que sobre el mármol blanco, los visitantes suelen dejar cigarros gauloises, que eran los preferidos de don Julio, entre otras cosas. La segunda es que sobre la lápida no hay símbolos religiosos ni escudos familiares, sino un cronopio.
Historias de Cronopios y de Famas es un libro ágil en el que Cortázar propone una particular visión del mundo a partir de tres tipos de personajes. Los cronopios son seres que se encuentran al margen de los sucesos descritos por él, como los poetas y los asociales. Los famas, por su parte, son personajes importantes, con trascendencia social, llenos de títulos. Son férreos defensores del orden establecido y suelen ocupar cargos públicos de relevancia. Por su parte, los esperanza son personajes intermedios que se dejan llevar tanto por cronopios como por famas.
No es difícil ubicar a quienes son famas y a quienes son cronopios. Mucho menos en esta turbulencia mundial, que paradójicamente está acomodando las cosas en su sitio. Pero hoy que recordamos al cronopio mayor (como se conoce a Julio Cortázar) viene a cuento citar un fragmento del texto Conservación de los Recuerdos:
"Los famas, para conservar sus recuerdos, proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: Excursión a Quilmes, o: Frank Sinatra. Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: 'No vayas a lastimarte', y también: Cuidado con los escalones".
"Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempres de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio".
¿Es usted cronopio o fama? ¿o es acaso esperanza? Nada más cronopio que un cronopio, Cortázar lo sabía. Detalle genial levantar un cronopio sobre su tumba. Lo interpreto como una declaración a quienes pasamos de visita a Montparnasse: no quiero formalismos, no etiquetas. Si me van a recordar, que no sea embalsamado