Una de las noticias de la semana fue la concreción de una promesa de campaña: el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, insistió en cerrar la cárcel de Guantánamo en Cuba. A pesar de la oposición de muchos congresistas, afirmó que algunos detenidos serán trasladados a reclusorios de máxima seguridad estadounidenses.
Esta semana, un día después de que le fuese negado por parte de los legisladores un fondo de 80 millones de dólares para cerrar el centro de reclusión, Obama reafirmó que ha decidido cerrar la cárcel militar que calificó de "embrollo" y de "error".
Quedan por delante otras medidas que no serán sencillas, y que implican a la isla de una forma u otra. La primera que se viene a la mente es el levantamiento del embargo económico (conocido también como bloqueo) que Washington impone a la isla desde hace décadas. Se dice que la supresión del bloqueo ocurrirá hasta que Obama sea reelegido.
La presencia norteamericana en territorio cubano no se limita a Guantánamo, a los turistas desbalagados y al edificio de intereses norteamericanos. Ambos pueblos sobrellevan sus desencuentros en un ambiente de disputa familiar lleno de contrastes: si algo nos ha quedado claro es que ninguno de los dos sistemas tenía la llave maestra para entrar al paraíso. Gran paradoja: Cuba abre su economía y Estados Unidos la protege. La Habana adelgaza el tamaño del Estado mientras Washington lo nutre con más atribuciones.
Las librerías de La Habana son un buen ejemplo de esta realidad compleja que combina beneficios y crudezas: en la isla los textos son baratísimos. Con lo que cuesta en Estados Unidos una edición de lujo, en Cuba se compra una pequeña biblioteca, pues los volúmenes están subsidiados por el Estado. Pero la oferta en Estados Unidos es muchísimo más amplia que en la isla caribeña, porque no se limita a la selección que hace el Gobierno. Claroscuros.
Entre las consecuencias del bloqueo está la escasez de papel. A pesar de eso, en Cuba dondequiera hay libros a precios irresistibles. En los últimos años, uno de los ejemplares más difundidos es Luz de Agosto de William Faulkner. Las letras yanquis toman la isla por asalto. La novela -en una edición hecha por el gobierno- cuesta diez pesos cubanos (menos de cinco pesos mexicanos).
En Luz de Agosto Faulkner retrata el sur de Estados Unidos en los momentos de tensión racial creciente en los años veintes y treintas. Hábil en recursos narrativos, construye un perfil del pueblo norteamericano que sigue vigente a pesar del cambio de contextos: una sociedad atribulada, emotiva, desbordante de virtudes y de prejuicios. También hay bemoles en las trincheras cubanas: hay autores que aquí son evitados.
De Mario Vargas Llosa -abierto anticastrista- hace años que no se imprime un ejemplar. Con Octavio Paz, otro franco opositor al régimen, son más condescendientes. No se imprimen sus libros, pero la importación no está prohibida y en algunas tiendas se consiguen, desde luego en dólares...