Para los antiguos pobladores del territorio que hoy es México, la muerte no era algo tan definitivo como lo concebimos ahora...
Ellos creían que había un ciclo que consistía en dos partes complementarias: la muerte no era el final, sino principio de un nuevo estado, que concluiría a su vez en un nuevo nacimiento. El sacrificio humano, no era pues algo tan temible, por el contrario era, en algunos casos un privilegio.
Con la conquista de los españoles, llegaron la fe católica y la idea de salvación, que vendrían a modificar la relación del individuo con la muerte. En esta nueva concepción, el individuo tiene derecho a un juicio después de morir, en el que se determinará si sus actos fueron buenos o malos y, por consecuencia, si tiene derecho o no a gozar del paraíso.
La idea central es ésta: mientras los buenos se salvan, los malos se queman. El español Joaquín Sabina lo define muy bien: "el cielo que sueñas, es un club privado de gente formal". Eso vino a modificar no sólo nuestra idea de la muerte, sino nuestra idea de la vida: la vida como examen de admisión para entrar a la gran fiesta.
Quedó, sin embargo, algo en nuestro carácter que nos hace coquetear con la muerte, cortejarla, echarle piropos.
En noviembre la muerte es azúcar, es altar, es pan, caña y flores amarillas. Pero hay también otra relación del mexicano con la muerte, un regreso al sacrificio que se está tejiendo en Ciudad Juárez: desde 1993, cientos de mujeres han sido asesinadas en esa ciudad fronteriza, otras tantas han desaparecido. Algunos cuerpos han sido encontrados calcinados, otros mutilados y con señales de haber sido ultrajadas y golpeadas antes de morir. El desierto es una fosa común, anónima tumba de arena. ¿Los requisitos? ser mujer, ser adolescente y ser pobre.
Aunque la ONU, Amnistía Internacional y la Comisión interamericana de Derechos Humanos han intervenido en el caso, ni el Gobierno del Estado de Chihuahua, ni los Gobiernos Municipales, ni la PGR han podido hacer frente satisfactoriamente al problema.
Según el documento Muertes Intolerables: 10 años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, hasta comienzos de 2003 al menos veintiún hombres se encontraban detenidos, acusados de alrededor de cuarenta homicidios con características de crímenes seriales. Sólo uno de ellos, Abdel Shariff, detenido en 1995, recibió a comienzos de 2003 una condena de veinte años por el asesinato y la violación de Elizabeth Castro García.
Ningún otro de los investigados por los crímenes seriales ha sido condenado.