Jaime:
Permíteme decirte que me sorprende la reciente publicación de tu libro Parábola del Moribundo.
Me extrañó tanto que me animé a pedirle a Vicente Alfonso, mi sobrino, que permitiera publicar esta carta que en cierto modo es de reclamación por lo que estás haciendo con mi persona en ese libro.
Me molestó, en primer lugar, que relates en poco más de doscientas páginas buena parte de las parrandas que nos hemos corrido juntos por los bares y tugurios de Torreón, Gómez y Lerdo.
Tú si tomaste la previsión de cambiar tu nombre a Santiago Masías, y en cambio, dejaste el mío tal cual. Pero eso puedo soportarlo.
En ese libro tu pluma, de la que han brotado tan bellas poesías, me ha retratado como un simple viejo verde, cuando bien sabes tú que soy un alma bohemia que sólo desea disfrutar de los placeres de la vida: mujeres, bebida, música...eso también me enfadó, pero también puedo soportarlo.
Por cierto, mi sobrino se rió mucho con una frase que incorporas en la página 21:
"La gravitación de las publicaciones pega como latigazo en cualquier Vicente".
Confieso que a mí no me hizo mucha gracia. Él es joven, inexperto, y sin mucha reputación qué perder. Yo, en cambio, aunque espíritu libre, soy un hombre conocido que no puede enlodar su buen nombre.
Según la portada de ese libro, con él ganaste el Primer Premio Nacional de Novela Corta Rafael Ramírez Heredia.
Confieso que escribes de manera interesante, y que prácticamente volé sobre las páginas que van jalando la atención por la velocidad y la forma divertida en que relatas las farras que hemos protagonizado.
Jamás pensé que alguien pudiera retratar con tal acidez los vicios de periodistas, escritores y funcionarios de la cultura local.
Mi sobrino me ha explicado que la ironía y el énfasis en retratar los ambientes más sórdidos de nuestra querida Comarca, se debe a la misma intensión renovadora con que has escrito tus poemas modernistas: me dice que la literatura se ha liberado de las moralejas, que representaban una camisa de fuerza. Eso también pude soportarlo.
En fin, el asunto es que tus libros son tan conocidos, que he tenido la mala fortuna de que Kary, mi Kary, leyó tu novela, y ahora sabe con qué malas artes la conquisté.
Por motivos que no puedo revelar, pero que entenderá quien lea tu novela, esa mujersota ha decidido abandonarme para conquistarte a ti. Y eso sí que no pude soportarlo.
Para qué digo más: después de todo, o antes que nada, me llamo Vicente Caballero, y como caballero actuaré.
Batámonos en duelo, y que el vencedor se lleve el amor de Kary.
Si eres hombre, te espero el 24 de diciembre, a las diez de la mañana, bajo el reloj de la plaza de armas.
Vicente