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El siniestro guiñol

JULIO FAESLER

Por mucho que nos pueda divertir el sainete de AMLO, el "presidente legítimo" en Ixtapalapa, con sus comparsas, no hay que tolerar que los asuntos públicos de México se reduzcan a comedias surrealistas y de lo absurdo.

Hay mucho de serio y preocupante en el desarrollo de las campañas de estas elecciones intermedias de 2009 que nos deben mover a actuar y no dejar este momento tan importante. La pasividad personal que sumada cientos de miles de veces, es la que explica que nuestra comunidad mexicana siga contumaz en no atender las señales de alarma que por todos los flancos nos llegan.

La colección de problemas económicos que están reduciendo día a día nuestra producción y servicios están arrastrando nuestra vida política en momentos cuando más requerimos de cohesión y solidez social para templar nuestra respuesta. Por más que uno busca actitudes constructivas que impulsen acción no se encuentra sino expresiones negativas y desalentadoras. Ningún país puede avanzar si el único foco de energía es el del Presidente de la República que no ha dejado, desde el inicio de su Administración, de enfrentarse valientemente a los problemas del momento, además no hay que olvidar que los heredó del pasado.

Los retos del pasado que llegan enquistados son los más perniciosos. El enderezar el rumbo de la corrupción que aniquiló los pocos esfuerzos que algunos cuantos, desplegaron para hacer del agro mexicano un vergel productivo no se hace sin un titánico empeño que requiere muchos años. Hacer que la industria responda a su misión de producir eficientemente lo que el consumidor nacional requiere ha sido, como lo expresan docenas de cartas que he recibido en estos días, aspiración inútil e igual pasa con un sistema educativo por demás deficiente.

Por alguna razón que habría que explorar más metódicamente que hasta ahora, la sociedad mexicana no tiene la capacidad de respuesta a los retos que todos los países exitosos sí han hecho o bien simplemente no lo quiere hacer.

Podemos seguir así, en esta culposa incuria. El precio es alto y ya lo estamos pagando en cada puesto de trabajo que se pierde por falta de mercado doméstico para nuestros productos y la pérdida de competitividad internacional que sardónicamente difunden los que parecen alegrarse comunicando nuestras deficiencias. No pasa día en que los medios transmitan, una tras otra, las cifras y porcentajes que certifican nuestro atraso en el mundo. Mientras tanto, países de nuestro mismo grupo de economías emergentes avanzan tozudamente,

Poner la casa en orden y programarnos para el éxito y no para la resignación o el fracaso, es tarea que se realiza progresivamente, paso a paso, aprovechando cada oportunidad que se presente. Dejarla pasar a sabiendas es consentir que estamos cavando la fosa de la derrota.

Las elecciones del 5 de julio son nuestra oportunidad. Se nos pasó el momento de influir en la selección de candidatos. Los partidos nos presentan sujetos con lazos con el narcotráfico, otros con antecedentes penales o que han sido inhabilitados de la función pública, algunos tienen compromisos conocidos con monopolios privados o son hijos de políticos de dudosa reputación. Todo esto de ninguna manera nos releva del deber de votar. La jornada electoral de ese domingo determinará la fisonomía de la Cámara de Diputados, de un buen número de alcaldías y 6 gubernaturas en toda la República. No todos los triunfadores serán del agrado de algunos electores.

Pero la faceta electoral de la democracia es sólo el primer paso, requerimos pasar hacia la democracia de la participación donde todo ciudadano haga valer su contribución y opinión en las decisiones de Gobierno, de la misma manera en que previamente lo había hecho en las urnas al escoger un candidato en la boleta.

Una vez integrada la Cámara de Diputados, llega la hora de vincularla ordenadamente con los grupos y asociaciones cívicas y de intereses específicos. No es suficiente reconstituir la Comisión de Participación Ciudadana en la Cámara de Diputados para lograr ese propósito. Las agrupaciones y los ciudadanos deben influir en el curso de las iniciativas de ley. Para que este engranaje de la democracia participativa funcione bien requerimos de una acción ciudadana debidamente integrada para organizarse por temas y monitorear y colaborar con cada organismo público.

Los compromisos de los legisladores y funcionarios son indispensables, pero no son todo. Por eso es preocupante la banalización inmoral que algunos líderes y candidatos hacen del proceso electoral con circos y sainetes con que quieren manejar al electorado o, así parecería, sólo para divertir al público.

Las elecciones son asunto serio y los temas importantes que se debaten tienen que ser escuchados y meditados. Es cierto que los medios y en esto tienen mucha culpa reporteros y conductores de programas por igual, optan por el incidente superficial, incluso frívolo, más que el fondo de las propuestas de campaña. Pero para esto está el criterio ciudadano que va madurando en cada ejercicio cívico.

El guiñol de AMLO en Ixtapalapa no puede tolerarse en un país que está luchando con tanto sacrificio por sobrevivir la crisis. Sirvió para darnos cuenta cuán vulnerable es el marco de la política mexicana dejada en manos de sujetos autócratas cuyos delirios mesiánicos pueden llevar al país a la ruina.

Tenemos que tomar en serio nuestra responsabilidad cívica y convertirla en nuestro quehacer cotidiano. ¡Cuánta razón tiene el Presidente Calderón cuando dijo que "el día en que la política abra de par en par sus puertas a la ciudadanía, este país cambiará!."

Junio de 2009.

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