El gobernar es como estar en las calderas de Pedro Botero, reconoció de buena gana el actual presidente mexicano durante su estancia en Davos, Suiza, aceptando lo difícil que le resulta lidiar con la oposición. Bueno, la acepción que usamos es una de las formas de llamar al infierno. Si acudimos al folclor popular, el averno es un lugar a donde van a parar las almas que por sus actos se han ganado, en buena ley, su derecho a tatemarse en las llamas del fuego eterno. Pero el porqué de la comparación, la encontraremos en el texto de la reunión que se celebraba en el Foro Económico Mundial que por estos días tuvo lugar en aquella friolenta región. Estaban presentes en el estrado, además del mandatario y su interlocutor el ex presidente Ernesto Zedillo, el colombiano Álvaro Uribe y el chileno José Miguel Insulza. Calderón es militante del PAN en tanto Zedillo lo es del PRI. Ambos se encontraban relajados, lejos de la algarabía de quienes protestan por la precaria situación económica que flagela a la mayoría de los mexicanos.
De seguro es que para soportar las condiciones climáticas, además de abrigarse, se alimentaban con ricas viandas, hasta saciarse. Acá el desempleo, la carestía y las fuerzas del mal desatadas, todas juntas a la vez, están provocando cosas nunca vistas por las actuales generaciones.
El ex presidente Zedillo dijo para aquellos que estaban en la audiencia y no estaban enterados que algún día fue presidente de México, que ocupó la silla en la que actualmente se sienta Calderón, aprovechando éste para cuestionarlo de si extrañaba la banda presidencial. Al instante se abrió un pique inesperado entre los dos. El tema para lo que se hacían presentes trataría sobre la economía latinoamericana, sin embargo, sin dejar la aparente camaradería que privaría durante ese intercambio de palabras, Zedillo contestó que por el momento no tenía interés en acceder al puesto, a pesar de que la pregunta no consistía en si querría o no regresar, sino tan sólo si echaba de menos los días que pasó en la Presidencia.
El ex le replicó, pidiéndole a Felipe dijera qué se sentía lidiar con la oposición, a lo que éste como cogido en descampado fue cuando contestó que estar en la oposición es encontrarse en el cielo, en tanto que gobernar era hallarse en el infierno. A lo que me permito corregirle que es estar en el infierno, siempre y cuando se trate de un pobre diablo, por que si se es Satanás, Mefistófeles o Lucifer hasta el infierno puede parecer agradable.
Todo esto lo matizaron en el idioma de William Shakespeare, no en español que es el idioma oficial en México. En los días que corren el ex mandatario que presta sus servicios a corporaciones gringas puede expresarse como mejor le acomode, mas no así el actual. Se advierte que pretende, con su uso, demostrar que puede comunicarse en ese idioma como un hombre culto que domina varias lenguas. La realidad es que ambos, el anterior y quien lleva la banda tricolor tienen como idioma de origen el español, no era necesario ni prudente que se expresaran como cualquier hijo de vecino que radica en estas tierras y quiere darse cachet, es decir, presumir de que no utiliza el idioma de Cervantes, que puede parecerles vulgar y corriente, sino el inglés, como símbolo de elegancia y distinción. Es el payo que se considera inferior, después de haber ido a trabajar con los güeros, si no les imita, con lo que no hacen otra cosa que caer en el esnobismo. Los demás asistentes, hasta donde supe, se expresaron en idiomas que utilizan sus compatriotas.
Llamó la atención las carcajadas con las que un grupo de mexicanos que se encontraba en la sala, disfrutando del evento, festejaba lo que decían los protagonistas de este inesperado sainete. Esto, sin duda, dejaba en claro que eran fuegos fatuos o la pólvora estaba mojada o los cartuchos eran de salva, después de todo no tenían por qué hacerse daño. Se concretaron a lanzarse puyas, quizá para entretenerse, pues debe tomarse en cuenta que esas reuniones, a la que asisten los jefes de Gobierno y de Estado, se realizan negocios.
En fin, es posible que sea aprovechado el Foro por los asistentes para llevar a sus países, soluciones a sus problemas. Lo que parece poco probable. En Davos, como un fantasma que se posa encima de los hombros de los asistentes, hay sólo malas noticias que, en el caso de México, no dejan avizorar hasta cuándo terminará de agudizarse la crisis económica cuyas probables consecuencias hacen temblar al más plantado.