En el barrio, donde viví mi niñez y adolescencia, in illo témpore, había una cantina cercana a la que asistían parroquianos que en las calurosas noches se trababan primero en discusiones bizantinas, para pronto, no demoraban mucho, llegar a las manos. Eran peleas sin razón alguna, surgidas al calor de copiosas libaciones. La ciudad estaba tranquila, las calles lucían solitarias, no se veían transeúntes. Estaba próxima a los domicilios de los dipsómanos por lo que no era extraño ver salir a las mujeres de sus casas para apaciguar los ánimos de los maridos, con lo que o se hacía más grande el borlote o cada quien se iba jalado del brazo por su dama. Era un Torreón de unos cuantos miles de habitantes en que la mancha urbana se detenía al borde de los tajos, hacia el norte o al pie de las vías del ferrocarril, hacia el sur, por las que temprano llegaba lanzando chispas, haciendo temblar la tierra y accionando su estridente silbato, la máquina de vapor, que arrastraba furgones de carga y carros de pasajeros, teniendo como destino la Ciudad de México.
Eso, un pleito, igual que los de antiguos moradores, nacidos del sin quehacer, sin mayores consecuencias, me parecieron las tronantes declaraciones de líderes de partidos políticos, en las que terció el secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont convocando a uno de los contendientes "a que rectifique sobre las inocuas imputaciones que ha hecho y recupere el debido respeto que debe regir las relaciones entre las instituciones de la República". Pedir a un Senador de la República, eso es el interpelado, que mida sus palabras, en estos álgidos tiempos, es como dejar en casa el paraguas cuando amenaza lluvia, a mayor razón cuando funda, lo que mucho se parece a un regaño, en el respeto que debe campear en las relaciones entre los poderes de la Unión.
Lo que dio lugar a que el legislador priista revirara diciendo que hay impericia e incapacidad del gobierno panista, lo cual estuvo peor. Antes el senador había urgido al jefe del Ejecutivo a fajarse los pantalones en varios asuntos de su resorte. Caso de Banamex-Citigroup, el de la francesa Florence Cassez y el de la ubicación de una nueva refinería, diciendo el legislador no querer para el país, más dudas ni indecisiones.
No importa gran cosa el término "inocuas" que se define como expresiones que no hacen daño, porque bien pudo ser un error de dedo, queriendo, quizá, decir en su lugar "inicuo" que tiene dos acepciones, en la primera que es contrario a la equidad y en la segunda que se es malvado, injusto. Nos quedamos con el último término, que es lo que le da significado el texto completo del comunicado del secretario Gómez Mont.
Ni caso había en que lo aclarara, aunque revele un descuido al rubricarse la misiva. Sea como sea, errata o no, da idea de que empieza a calentarse el ambiente político con vistas a las elecciones intermedias.
Unos a que trae los pantalones mal fajados y los otros pidiendo al PRI que se defina si está con el Presidente o con en el cártel de Juárez. En esto el senador Beltrones calificó de denuncia irresponsable, el que el dirigente del PAN acuse al PRI de tener vínculos con el narcotráfico, indicando que el Partido de Acción Nacional está incendiando la convivencia nacional, pidiendo con deliberado sarcasmo que el gobierno mejor se ponga a trabajar para resolver los problemas que enfrenta el país.
El ciudadano que toma un destartalado autobús, como medio de transporte, considera, mientras la unidad va dando tumbos y cuenta las monedas que trae en el bolsillo, tratando de calcular si le alcanza para el viaje de regreso, que es una trifulca familiar en que la sangre no llegará al río. No les conviene enojarse de a deveras. Es mucho lo que está en juego para que por sus disputas se ponga en peligro la estabilidad del país. Es cierto que son fuegos fatuos dirigidos a ponerle calor a la contienda electoral, pero deben tomar en cuenta que los tiempos que se viven no dan mucho espacio para reyertas familiares. En fin, se le empieza a poner música a los conflictos donde pueden hacerse acudir grupos no deseados, que quieran hacer bailar a los demás al son de la negra, acompañados del ruido de pavorosas armas de fuego.
En fin, lo que parece es que si bien no han tomado licor, sí que se les ha subido el mareo que producen los deliquios del poder. Están pisando terrenos antaño prohibidos. Salvo que se les haya extraviado la brújula, no es explicable ese proceder. A menos que la ambición les tape los ojos.