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El último respiro del sexenio

MARÍA ELENA MORERA

 E N México estamos acostumbrados a que, con cualquier conmemoración, los políticos quieren expresar a los ciudadanos lo bien que han trabajado y hacer anuncios llamativos para que en lugar de evaluar lo realizado, la opinión pública se centre en lo más espectacular. El pasado domingo 29 de noviembre, el presidente Felipe Calderón lo logró.

En lugar de centrarnos en discutir los avances, las omisiones o los retrocesos, estamos hoy discutiendo en todos los espacios las propuestas de reformas constitucionales en lo político, lo fiscal y lo económico.

Las propuestas primordialmente se centran en los siguientes temas: Impulsar la cobertura universal en salud y la educación de calidad. Reforma fiscal de "fondo" y a la estructura económica para producir y generar más empleo. Un nuevo marco regulatorio a las empresas del sector energético y en el tema de telecomunicaciones. Una reforma laboral.

Estudiar la organización de las policías, una reforma política que permita la reelección consecutiva de alcaldes, el funcionamiento del Congreso, dar iniciativa de ley a la Suprema Corte de Justicia de la Nación e incorporar figuras de democracia directa como la iniciativa ciudadana, el referéndum, reformar el veto presidencial y "la posibilidad de participar en los procesos electorales sin la rigidez que tiene actualmente nuestro sistema". (Quizá no se atrevió a decir simplemente permitir candidaturas ciudadanas y reducir la partidocracia que vivimos).

Las preguntas que tenemos que hacerle los ciudadanos son: ¿Por qué lo hace hasta la mitad de su sexenio?¿Por qué cuando la responsabilidad legislativa está en manos de otros partidos? ¿Tiene una intencionalidad política? ¿Es supervivencia política? Quizá es únicamente la expresión del último respiro de su sexenio para que no acabe de facto a la luz de los próximos procesos electorales locales en 2010 y el inicio de la precampaña y campaña presidencial de 2011.

Todos los mexicanos sabemos que las propuestas de reforma no son novedosas y, en muchos casos, no tienen ni siquiera sustancia. Hablar de una reforma fiscal de "fondo" sin decir sus componentes es llamativo, pero irresponsable.

Desde el inicio del sexenio era indispensable cambiar el régimen tributario del país y modificar el presupuesto, especialmente fortaleciendo el federalismo, pero no se hizo, y en cambio se anunció una supuesta gran reforma que sólo creó el IETU y después únicamente se les ocurrió subir la tasa de los impuestos.

Hablar de una reforma energética, cuando de manera irresponsable no se han publicado las normas reglamentarias de la primera reforma energética del sexenio parece inaudito.

Estudiar la organización de las policías de los tres órdenes de Gobierno, hasta la mitad del sexenio, parecería tardío si contamos que ha sido la prioridad, por lo menos anunciada, la modificación al sistema de seguridad y justicia penal.

Por otro lado, vende mencionar la reforma política. La iniciativa de ley al Poder Judicial la tienen varias constituciones locales. En el Distrito Federal hay referéndum y plebiscito. Pero modificar la estructura del Congreso y del Poder Judicial cuando la carga presupuestaria está en el Ejecutivo Federal, me parece irresponsable. ¿Por qué no cambiar también las facultades del Ejecutivo y discutir si queremos seguir el presidencialismo, o si queremos adoptar nuevas formas de Gobierno? La reelección de munícipes es tema viejo, pero en voz del presidente se convierte en una actualidad política.

En fin, no vimos una propuesta de reforma integral, vimos como siempre un ardid político del presidente para presentar al Ejecutivo como el gran impulsor del cambio, pero no tenemos en la opinión pública los detalles de cómo quiere cambiar la estructura política, económica, social, educativa y cultural del país. En todos estos rubros estamos mal, y tres años después del inicio de este sexenio seguimos igual, pero lo más grave, sin rumbo.

Una última cosa. En 2007 salió una Ley para la Reforma del Estado, se creó una comisión para su concreción, y dicha ley estuvo vigente por doce meses. En esa ley los temas obligatorios a discutir eran Régimen de Estado y Gobierno, Democracia y Sistema Electoral, Federalismo, Reforma del Poder Judicial y Garantías Sociales. ¿Por qué ahora debemos creer que las propuestas pueden ser una realidad? Hace dos años, con todo y una ley, obligatoria y vigente en el país, no lo fueron, simplemente fue el ardid de unos cuantos políticos para posicionarse en la opinión nacional.

Me parece que la sociedad comienza, finalmente, a mostrar señales de hartazgo, de desencanto hacia los políticos (entendible) y hacia la política, lo que implica un riesgo, porque ésta debe privilegiarse como forma de dirimir los desacuerdos.

No podemos seguir siendo sólo testigos de cómo el país pierde oportunidades, inclusive de liderazgo a nivel regional, porque los políticos prefieren los enconos y la defensa de sus parcelas de poder. Los ciudadanos debemos ejercer nuestro poder de cambiar a quien no mire por los intereses del país.

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