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El universo es como un niño

COMENTARIO

GABY VARGAS

Cuando trabajé en la Fundación APAC, me maravilló la actitud de alegría que veía siempre en los padres y en los niños con parálisis cerebral. Visitarlos era una gran lección. Ahí encontré las sonrisas más transparentes que he visto en mi vida. Seres con escasos recursos económicos y grandes problemas de todo tipo, tenían contentamiento, estaban conformes y agradecidos con la vida. "¿Qué agradecen?", me preguntaba al principio totalmente pasmada.

Poco a poco me di cuenta de que se sentían agradecidos por todo: por estar vivos, porque había comida en la mesa, porque podían convivir con otras personas y se sentían comprendidos; por los pequeños avances que lograban de vez en cuando... Por lo soleado del día, porque realizaban alguna manualidad; cualquier cosa era motivo para su felicidad.

Al mismo tiempo, al haber dado por un hecho la salud de todos mis hijos y nietos me confronté con lo poco agradecida que hasta entonces había sido con Dios, el Universo, la vida o como quieras llamarle, ¡qué soberbia la mía! ¡De qué estupideces me quejaba! Al darme cuenta de mi error, también empecé a notar la falta de gratitud que podemos mostrar quienes tenemos tranquilidad de tipo material, lo exigentes que nos volvemos con ridiculeces que llegan a trastornar nuestra vida.

Esos dos años y medio en APAC -que coincidieron con la muerte de mi hermano Adrián- cambiaron mi vida. Hay cosas que tardan un poco en revelar los beneficios que aportan. Sin embargo, ambas experiencias me hicieron comprender lo pequeña que podía ser como persona al fijarme sólo en las cosas que no estaban bien, que fallaban, que no resultaban como quería; y lo fácil que es acostumbrarnos a ello cuando todo marcha bien. Ahora me pregunto, cómo no voltear todos los días al cielo, al menos unas cien veces, para decir "gracias".

Agradece.

Este tipo de experiencias lleva a descubrir que cuando te concentras en tus bendiciones, y las agradeces, empiezan a desfilar ante tu vista todas aquellas cosas que te hacen feliz y no habías notado. Como si el Universo se pusiera contento, cual niño al que le reconoces lo que hace bien y por ello se esmera más en agradarte.

Asimismo, observa cómo reacciona un niño cuando únicamente le señalas lo que hace mal, ¿tendrá el ánimo para mostrarte lo que hace bien? Vaya, ¿las ganas? ¡Si ni te fijas! Pues así es el Universo: si te concentras exclusivamente en ver todo lo malo que te ocurre, te seguirá mandando precisamente eso en lo que tanto te gusta fijarte.

Decir un "gracias" de corazón, además se siente ¡tan bonito!, es como si volvieras a vivir y a apreciar por segunda vez lo que viviste, o como ver las fotos de un viaje que gozaste mucho en compañía de la gente que más quieres.

Por eso, en las noches antes de dormirme, si todavía me queda energía, escribo en mi libreta "especial" las cosas que me hicieron feliz durante el día: "Gracias Dios mío porque mi cama está deliciosa, me sentí feliz al hacer ejercicio, la regadera estaba rica, Pablo me abrazó como sólo él lo hace..."; y si estoy muy cansada, nada más repaso mentalmente mi día y cierro los ojos dando gracias por todo. Te invito a hacerlo. Comienza hoy y observa lo que ocurre.

Cuanto más dispuesto estás a agradecer, la vida te da más motivos para hacerlo. Hoy me fijo más en la luna, en la orquídea que tengo en mi oficina, en cómo canta el pájaro mientras escribo, y en lo afortunada que soy. Gracias a esto, puedo decir que he llegado a descifrar un átomo de lo que representa los misterios del Universo, que es como un niño...

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