Los partidarios del Partido de la Revolución Democrática han de estar pensando lo que decía una vieja expresión coloquial: éramos muchos y parió la abuela. O sea que, como si no hubiera ya suficientes problemas, del cielo caen nuevos.
El problema que enfrenta ahora el Sol Azteca tiene que ver con algunos vicios y defectos de origen: su conformación por grupos o tribus, que se disputan fieramente cotos y cuotas de poder; su incapacidad para organizar elecciones internas mínimamente confiables; y su propensión al canibalismo, que hace de los rivales del propio partido peores enemigos que la competencia de fuera.
El circo que se ha armado por la candidatura a jefe delegacional por Iztapalapa resume todos estos vicios, y algunos más.
Resulta que para elegir candidata por esa populosa delegación se realizaron elecciones entre miembros y simpatizantes del PRD. Como ocurre en toda elección interna de ese partido, los comicios fueron un absoluto despapaye: mapacherías, robo de urnas, trampas y fraudes de todo tipo. A fin de cuentas se hizo el recuento de votos y resultó vencedora Clara Brugada, a quien se identifica con el sector Lopezobradorista del PRD.
La derrotada, perteneciente a la línea oficialista y moderada de Los Chuchos, Silvia Oliva, puso el grito en el cielo. Apeló a distintas instancias judiciales para reclamar su triunfo, que según ella le había sido escatimado en una elección llena de irregularidades. Luego que varios órganos locales le dieron esquinazo, recurrió al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: el nunca bien ponderado Trife.
Y éste, a menos de un mes de la elección, decretó la anulación de poco menos del 20% de las casillas, y al hacer un nuevo recuento resultó que ahora era Oliva quien tenía la mayoría. De manera tal que Brugada quedaba descharchada como candidata, y el PRD debía de inscribir como tal a Oliva.
Pero el PRD capitalino, dominado por los ultras del cacique tabasqueño, se negó a hacer tal cosa. O sea, el propio partido se rehusó a inscribir como candidata a quien el más alto tribunal que decide estas cosas ordenaba que se inscribiera.
Como si todo esto no fuera suficientemente surrealista, resulta que las boletas ya estaban impresas con el nombre de Brugada, y no hay tiempo para reemplazarlas. Así que los sufragios tendrán el nombre de la candidata que no es. O bueno, que según el Trife no es.
Todo este sainete no ha hecho sino agravar las pugnas entre los principales grupos que se disputan el control del PRD. Como si no anduvieran en el sótano de las encuestas. Como si no vivieran con la amenaza de no alcanzar ni un 10% de la votación nacional. Ah, pero el 6 de julio se van a andar desgarrando las vestiduras... como si no fueran los mismos dirigentes perredistas los responsables de
su debacle.