Usar el sexo como arma política o de espionaje es un recurso tan viejo como la civilización. Recordemos que, en el Antiguo Testamento, los filisteos se encargan de que Sansón se ponga a cachetear el pavimento por Dalila, para que ésta averigüe el origen de la fuerza del campeón judío. En el lecho, Dalila le extrae el secreto, y procede a despojarlo de la fuente de su poderío: su cabellera. Ya convertido en alfeñique, como diría Charles Atlas, Sansón es cegado por sus enemigos y obligado a servirles de bestia de carga. Y todo por no controlar las hormonas.
Más para acá y en la vida real, en la Primera Guerra Mundial los servicios de espionaje alemanes utilizaron los servicios de una bailarina exótica de inexplicable pegue y no mucho cerebro, que se hacía pasar por indonesia siendo holandesa, y que bailaba recio con el nombre artístico de Mata Hari. Sirviéndose de sus dotes como prostituta de lujo, la señora extraía información a militares del bando aliado. El problema fue que era bastaaaante descuidada a la hora de cubrir sus huellas, y fue prestamente descubierta. Coqueta hasta el final, fue conducida al paredón de fusilamiento cubriéndose de la lluvia con un paraguas muy mono.
Otro caso muy sonado: en plena Guerra Fría, allá por los años sesenta, el Ministro de Guerra británico John Profumo se vio obligado a renunciar cuando se hizo público que sostenía relaciones con una muchachona muy potable que no era su esposa. El problema no era ése, sino que la promiscua chamaca también compartía el lecho con el agregado naval de la embajada soviética en Londres. En un descuido y no tenía ni que ponerse la bata para pasarle al enemigo los secretos de Bond, James Bond.
Todo ello viene a cuento porque en estos días nos encontramos con un caso que repite la vieja receta. Pero ahora usando los portentos tecnológicos de los últimos tiempos.
En un sitio ruso de Internet, especializado en escándalos y notas amarillistas, se colgó un video en el que, según esto, aparece un empleado de la embajada norteamericana en Moscú, Brendan Kyle Hatcher, haciendo su numerito con una prostituta local.
La respuesta de la embajada fue tajante: Hatcher no es quien aparece en el video, el cual no es otra cosa que parte de una campaña para desacreditarlo, luego de que se negara a ser extorsionado, al parecer, por los servicios de seguridad rusos. Alegan que el video está editado y trucado para que parezca que quien se afana en él es el diplomático de marras. Total, parece que el viejo truco de embarrar de lodo o extraer información usando los instintos más básicos nunca pasará de moda… lo mismo que los instintos más básicos, bendito sea mi Padre Dios.