Heroínas. En la capital hay 160 mujeres que trabajan en el Cuerpo de Bomberos. Sonia Lomelí participa en el programa de lectura para tragahumos 'Letras en llamas'. EL UNIVERSAL
Es el deseo de cualquier niño, de quienes aún sin reconocer el valor de la vida ya imaginan convertirse en héroes: "de grande, quiero ser bombero".
Son también la solución ante diversos siniestros y reconocidos por el sorpresivo cantar de la sirena, aquel entonado sonido que anuncia que "algo pasó" y alguien necesita ayuda.
Caracterizado por ser territorio masculino, es el anhelo de muchos, y el sueño realizado de ellas, mujeres inteligentes, valientes, solidarias y orgullosas de su género, que también lo han hecho su espacio, su familia y su trabajo. Se trata de las integrantes del Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, en donde trabajan 160 mujeres.
En turnos de 24 horas de trabajo por 48 de descanso, "de siete a siete", como narra Cecilia Pineda, bombero raso de la estación central, tras el resonante timbrar de la cazuela, ellas descienden de la línea de acero para incorporarse a lo terrenal y perderse entre los gigantes de concreto de esta enorme y caótica Ciudad de México. "Desde el momento en que recibes la llamada sientes la angustia de la gente que te pide ayuda", relató María Victoria Hernández, bombero suboficial, quien tras 19 años de experiencia y con la mirada serena ante al importancia de su trabajo, añadió que salvar la vida y el patrimonio de una persona dependen de la rapidez con la que actúen.
En este sentido Cecilia Pineda no perdió la oportunidad de mencionar que le encanta su trabajo, pues lo que hace es para beneficio de otras personas y "eso es muy gratificante".
Con las piernas firmes, necesarias no sólo por la presión de la manguera, sino por los 15 kilogramos de peso del equipo contra incendios que portan, ellas, con sus manos cubiertas por guantes manchados de color gris, tal vez por sucesos antes enfrentados, toman la línea de manguera y concentran su mirada en el objetivo, al tiempo que demuestran y se demuestran que sí pueden.
"Cuando entré me dijeron, ¿quieres que te trate como niña o como bombero?", recordó Cecilia Pineda, pero aunque sus compañeros desconfiaban de su labor, tras un semblante de éxito que reflejaba haber demostrado lo contrario señaló que con el trabajo les enseñas que puedes contribuir en los servicios. Sin embargo, reconoció que enfrentarse a un mundo de hombres es difícil.
Durante 24 horas ellas se envuelven en el color rojiblanco de la estación y los carros bomba, para más tarde, al regresar a casa, despojarse del traje de bombero y ocupar el de mamá, hermana o hija. "Inicialmente era soltera, pero cuando me casé y llegaron los hijos, fue cuando se volvió un poco complicado, ya que ellos requieren mucho tiempo", contó María.
En una historia similar en cuanto al esfuerzo que implica alejarse de su familia, Cecilia calificó a éste de ser el único sacrificio, pues en un tono de voz segura indicó que "sacrificas cuando no te gusta lo que haces, pero a mí me gusta lo que hago, así que no es un sacrificio".