José Raúl Flores Contreras, atraído por la belleza del perdón, la alegría de servir a sus semejantes y la salvación de Jesús Resucitado, abrazó el camino del sacerdocio, pero al paso de nueve meses de intensa actividad como Vicario del templo de San Santiago lo sorprendió una enfermedad que a la postre le causó la muerte la madrugada del 1 de abril, dejando una huella de amor perenne en todos los que le amaron.
Humilde de corazón, José Raúl fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, quien le recomendó transmitir el Evangelio, celebrar misa y sobre todo apacentar al pueblo de Dios en estos tiempos difíciles, lo cual cumplió hasta el último aliento de su vida.
EN VIDA
Quién lo dijera aquel 18 de junio en que los rayos del astro Rey caían a plomo; todo era júbilo en el Templo de Santo Domingo de Guzmán –fecha en que Raúl recibe los sacramentos del sacerdocio, ante cientos de fieles-. Sus padres, maestros y amigos estaban henchidos de alegría.
Aquel día el templo se llenó de calor humano y devoción religiosa y con ese mismo sentido de solidaridad cientos de personas se unieron en torno de Raúl y Celia Margarita -padres de Raúl- para ayudarlos a encontrar cristiana resignación durante su sepelio, novenario y en todo momento de dolor ante la irreparable pérdida de un servidor de Cristo.
SOLIDARIDAD
Aquel día alrededor de 20 sacerdotes participaron en su ordenación sacerdotal y más de 40 durante sus funerales en la Catedral Basílica Menor, donde no faltaron decenas de coronas, flores, gladiolas, rosas, todas regadas con lágrimas del nutrido contingente de amigos, conocidos y familiares que lo acompañó hasta su última morada, pero sobre todo las oraciones al Altísimo, conscientes de la promesa de nuestro Señor Jesucristo de la muerte y resurrección.
Del éxtasis al dolor transcurrieron nueve meses –de la ordenación sacerdotal a su muerte- y en los últimos 30 días desde el lecho del dolor, a José Raúl no le faltó el sufrimiento; tal parece haber vivido su Viacrucis, donde halló la riqueza de la fe y la alegría de haber representado a Cristo en su misión de transmitir la buena nueva.
AMOR Y AMISTAD
Durante su tribulación en vísperas de la Semana Santa, José Raúl estuvo rodeado de amigos, compañeros del sacerdocio, familiares, sus abnegados padres y autoridades eclesiásticas, entre los que destacó la presencia del arzobispo Héctor González Martínez, quien en todo momento se mantuvo pendiente de su salud y brindó íntegro apoyo a la familia Flores Contreras. Hubo médicos y enfermeras que tuvieron oportunidad de mostrar su humanitaria labor.
José Raúl dijo sí al sacerdocio y siempre se mantuvo fiel sin renunciar, ni en momentos de intenso dolor, a sus principios vocacionales; durante el tiempo en que estuvo como Vicario en la Parroquia de Santiago Papasquiaro, hasta el ocaso de su vida, mostró serenidad y paz interior, llevándose el gozo del deber cumplido a un Patrón Amoroso.
RESUCITÓ
Todos los fieles creemos en la resurrección de Jesucristo, como salvación nuestra; así se ora en el novenario de José Raúl y se escucha con gozo el cántico de “Entre tus manos está mi vida, Señor...Hay que morir para vivir; entre tus manos...”. Dios los bendiga.