El estado de Chiapas, ha decidido dedicar este año a uno de sus hijos más preclaros, al poeta Jaime Sabines, "uno de los mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua", según la propia descripción de otro grande: Octavio Paz.
Por ser Sabines uno de mis poetas preferidos, me sumo con gusto a esta celebración, pues a mi parecer, no hay poeta contemporáneo, de lo cotidiano, mejor que Jaime.
Ese es el gran mérito de la poesía de este chiapaneco, que describe con maestría la cotidianeidad de la gente.
Del amor, de su pueblo, de la vida sosegada de ese bello estado del país.
Yo guardo especial recuerdo de su visita y lectura de poesías en Saltillo, en el teatro Fernando Soler, que se encontraba aquella noche abarrotado por personas de todas las edades.
Y todo el espectáculo era ver y escuchar a Sabines. Una pequeña mesa sobre el escenario y una lámpara que apenas iluminaba esa mesa, fueron suficiente para agradar a un auditorio de miles de personas, porque hasta en los pasillos del teatro había gente sentada en el suelo.
Y el maestro de la palabra, se impactó al ver a tantas personas interesadas ostensiblemente en su obra, pues a gritos le pedían determinadas poesías, lo que le revelaba que ahí se conocía bien su obra.
Fue una noche pletórica de gratos momentos, aunque a Sabines le costó trabajo subir al escenario, porque ya estaba enfermo y caminaba con dificultad: pero una vez que alcanzó su lugar, su voz inundó el recinto con bella música, la música de su poesía.
De toda la poesía que escribió Sabines, a mí me gusta más, aquélla dedicada a la mujer. Y no sólo las más conocidas, como el poema: "Los amorosos", sino otra más de las que hablaré adelante, en donde describe el amor, como lo que es, lo más grandioso que tenemos.
Pero dejemos que hable Sabines: "No es que muera de amor, muero por ti./ Muero de ti, amor, de amor de ti,/ de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma de ti y de mi boca / y del insoportable que yo soy sin ti".
El amor a la mujer es lo más sublime que tiene un hombre.
Por aquella que está dispuesto a morir, la que entiende nuestras urgencias y nos ayuda a resolverlas.
La que al sólo toque de sus manos, todo nuestro cuerpo tiembla como hoja al viento.
Y sigue Sabines: "Morimos en mi cuarto en que estoy solo,/ en mi cama en que faltas,/ en la calle en que mi brazo va vacío, en el cine y los parques, los tranvías, los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo".
Uno muere en la ausencia de la persona amada, muere a cada minuto y todo se torna gris sin su presencia; la lluvia y la nostalgia se vuelven lo presente y un vacío terrible invade el pensamiento.
"Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia".
Cuando se quiere a alguien, no existe horario para ello. Y se le quiere con cada poro de la piel, el pensamiento y el alma.
Nada escapa a la fuerza del amor, porque todo lo abarca.
Los sentimientos no conocen de horarios y tiempos específicos. Y menos las urgencias corporales. Por eso dan risa esos pruritos maternales de: "Te quiero aquí antes de las diez de la noche", como si después de esa hora se desataran los demonios, cuando, a cierta edad, ellos andan sueltos todo el día y todos los días.
Sabines nos habla de lo cotidiano, de la vida en el barrio, en el pueblo, de la exuberancia de la naturaleza chiapaneca, donde abundan las flores que semejan lenguas de fuego y las especies de animales raros, para todos los que somos hijos de desierto.
Nos habla de las bondades de la luna, que cada noche asoma su cuerpo de plata por nuestras ventanas y a veces nos altera el organismo, por eso dice que: "La luna se puede tomar a cucharadas... Es buena como hipnótico y sedante y también alivia".
Faltaba más, ¿qué poeta no le ha cantado a la luna? Cuántas noches nos quedamos extasiados admirando su fulgor y cuántas otras nos sentimos desasosegados por sus influjos.
No hay nada más hermoso para los enamorados que contemplar la misma luna, aun estando lejos. Es el punto de unión de un amor inmenso.
Por eso, en este año de Sabines, los jóvenes que no lo conocen, porque no lo han leído, deberían de proponerse adentrarse en su lectura. Encontrarán un mundo maravilloso, en una poesía simple, pero terriblemente realista para todos.
Por lo demás, "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".