De nueva cuenta el beisbol de Asia deja una lección que deberíamos de aprender, luego de que en la final del Clásico Mundial dos equipos del Lejano Oriente se enfrentaron en un gran juego.
Ambos equipos aguerridos, que no fueron a ver si ganaban, sino que sabían de sus virtudes y de sus posibilidades de coronarse. Si bien Japón era el candidato lógico para mantener la corona, Corea fue un gran contrincante en todo momento, al grado que cuando ya parecía todo perdido, el espíritu coreano pudo más y le alcanzó para empatar en la pizarra, llevando a extrainnings la conclusión del duelo.
Los jugadores nipones y coreanos mantuvieron el drama en todo el juego, con grandes jugadas, bateo oportuno, errores que marcaron el destino de ambos equipos, para finalmente regalarnos un campeón, en toda la extensión de la palabra, así como un subcampeón de un nivel del mejor beisbol de todos los tiempos.
Pero si usted tuvo la fortuna de observar este duelo se habrá dado cuenta que ambas novenas presentaron jugadores de fortaleza, concentración, velocidad y sobre todo de corazón, que entendieron que lo importante es el equipo y no el brillo individual.
O acaso dudaría usted de que Ichiro Suzuki, a pesar de ganar millones de dólares, estaría conforme con su actuación cuando tuvo hombres en base para anotar y en ninguna de las ocasiones lo pudo hacer. Sin embargo su oportunidad llegó, para quedar en la historia, con dos outs y dos jugadores en las almohadillas. El pelotero de los Marineros de Seattle simplemente chocó la bola para conectar un hit que partía el diamante en dos y a los millones de corazones coreanos que en todo el mundo miraban con resignación cómo corría la pelota por el jardín central.
Una muestra de que lo importante de llegar al Clásico Mundial no es si me protejo para tener un contrato en las Grandes Ligas, sino el trabajo en equipo, y saber que se quiere ganar es lo que mueve a estos equipos, unidos a Cuba, en donde la crisis deportiva se empieza a sentir de manera más latente.
Si valoramos bien lo que nos deja la edición de este torneo mundial, es la necesidad de voltear a ver el beisbol de Asia, con ligas que tienen más de 50 años, mira otra forma de ver al Rey de los Deportes, casi similar al entusiasmo que se observa en las tribunas de los estadios de futbol.
El jugador mexicano y caribeño tendrá que analizar cómo mejorar en muchos sentidos la forma de ver el juego, ya que el mercado en otras dos temporadas se podría llenar de asiáticos, al grado de que ya no sería raro ver un cuadro con mayoría de rasgos orientales. Y es que hasta las Grandes Ligas en estos momentos de crisis buscarán reactivar el juego con peloteros que amen el juego y no sólo el dinero, que sean deportistas y no productos de un laboratorio, que sean efectivos y no problemáticos.
El ámbito beisbolero de nuestro continente ha recibido una sacudida, ya que si quiere atraer al público más joven, el juego debe ser más atractivo, si quiere mantener cautivo a sus fieles seguidores debe de ser una digna pelea por los primeros puestos de principio a fin, si quiere ser tomado en cuenta por los medios tiene que garantizar entrega, coraje, emoción, drama y, por qué no, un poco de fantasía.
Cayó el telón del Clásico Mundial, por lo que la hora de trabajar no tanto para convencer a los ligamayoristas, sino trabajar con los pequeños y los jóvenes peloteros que nos den la satisfacción de tener una selección que lleve tatuada la camiseta tricolor en cualquier evento donde se represente a México. Es cuestión de querer ser grandes.