La demostración de Estados Unidos ante España en la Copa Confederaciones le deja al futbol mexicano muchas lecciones, pero a la vez muchas interrogantes. Y es que el desarrollo de un programa como el futbol soccer que se reactivó en el país vecino en los ochentas y se abrió paso con más fuerza en los noventas. No sólo con el Mundial de 1994, posteriormente con la creación de la MLS y la WUSA, la liga femenil profesional, sino en gran medida fue el crecimiento y desarrollo de este deporte en el sistema educativo, tanto de los primeros grados como en el sistema colegial.
Si bien en nuestro país se cuenta con jugadores, instructores y canchas para tener un mejor desarrollo, lo que falta es orden y verdadero plan para buscar resultados.
Nuestros vecinos del Norte no tienen el mejor equipo del mundo pero por lo menos juegan como equipo, en donde si hay que replegarse hay que hacerlo, si hay que pasar el balón fácil porque no tenemos jugadores que haga regates, se hace y ya. Y esta forma de pensar viene desde los primeros contactos de un jugador con el balón. El futbolista estadounidense es un atleta, por ello su complexión compite con otros jugadores de deportes profesionales y no hay mucha diferencia, salvo el tamaño del balón.
Mientras acá, donde el caos impera, o lo dejan que impere, nos encanta pensar que en algún día tendremos jugadores como los brasileños o los argentinos (aunque ya empezamos a naturalizarlos), y con esa ilusión nos hemos atorado por más de tres décadas. De hecho, en el mejor de los casos, México ya consiguió un campeonato mundial, pero de nueva cuenta en nuestro país eso no garantiza continuidad, ni mucho menos mejores resultados.
La comparación puede ser irritante, y no tanto para calentar un ambiente ante el próximo duelo México-Estados Unidos en el Azteca, sino porque es la cruel realidad que ya rebasó a todos los involucrados en el futbol.
No hay fórmulas mágicas, eso ya nos quedó claro, sólo trabajo, pero en serio. Comenzando por valorar realmente a los jugadores con talento y no sólo a los recomendados; que aunque juegue un mexicano en Europa o un jugador meta tres goles en un juego no se le ensalse para que llegue a la Selección y luego dé pena su actuación; y de manera muy especial que dejemos el juego de simulaciones, donde el que engaña es el mejor, y realmente seamos competitivos.
