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En todos lados hay trapecistas

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

En la jungla que es la política mexicana, estamos acostumbrados a que algunos changos se columpien de liana en liana según sus intereses y objetivos del momento. Esto es, que se pasen de un partido a otro con particular desenfado y la más absoluta falta de vergüenza. De hecho, algunos ni siquiera se plantean el dar una explicación pública de por qué de repente decidieron que quienes hasta ayer habían sido sus rivales, ahora vienen siendo sus camaradas, amigotes y compañeros de cruzada. Las consideraciones ideológicas, de integridad y de simple coherencia, no podrían tenerlos menos preocupados.

En ese ámbito ha habido trapecistas que envidiaría cualquier ilustre familia del Circo Atayde. Quizá el más notable haya sido Porfirio Muñoz Ledo, que de niño prodigio del Echeverrismo priista se volvió fundador del PRD, para luego pasarse a intelectual orgánico del panista Fox, para regresar a las filas de la izquierda como quién-sabe-qué del Frente Nacional Progresista

La cuestión es que ese tipo de bamboleos de un partido a otro, de un color del espectro político a otro, son más bien raros en la mayor parte del mundo. Y andarse cambiando de bando puede tener graves consecuencias en casi todas las democracias consolidadas. Por ejemplo, el célebre estadista británico Winston Churchill se pasó por un breve lapso del Partido Conservador al Liberal, aunque luego se arrepintió. Nunca lo hubiera hecho. Treinta, cuarenta años después, sus rivales conservadores todavía le andaban recordando su infidencia.

En Estados Unidos el cambiarse de partido es igualmente raro. Por ello la semana pasada se produjo un leve cataclismo político en Washington, cuando el senador por Pennsylvania, Arlen Specter, anunció que renunciaba al Partido Republicano para pasarse a las filas del Demócrata. Con ello, la mayoría del partido del presidente Obama en la Cámara Alta alcanza la brutal cifra de 19 escaños. De esa manera tienen un margen de maniobra que no se había visto en prácticamente una generación.

Las razones para la defección de Specter deberían alarmar a los republicanos. Éste dijo que ya no podía con los radicales de derecha de su partido, quienes se la pasaban llenándole el buche de piedritas por sus posturas moderadas. Y que, en vista de que lo consideraban más enemigo que amigo, pues de plano se pasaba al bando rival.

La verdad, desde hace rato los republicanos le han estado haciendo demasiado el juego a la extrema derecha. Y eso sólo les ha costado cada vez más votos. Ya es hora que alguien racional ponga el dedo en la llaga, y grite lo que resulta evidente: que las elecciones no se ganan con ideas, posturas o candidatos extremistas, de los de todo o nada. Y que los extremistas sólo contribuyen a destruir los partidos de que dicen formar parte.

Quizá alguien debería decirles eso aquí a ciertos perredistas.

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