"La deuda es la enfermedad mortal de las repúblicas, la primera y más fuerte que debilita a los gobiernos
Y corrompe al pueblo."
Wendell Phillips
Nos dice la Secretaría de Hacienda que el ingreso público en 2010 será de unos 300 mil millones de pesos menos de los 2.8 billones programados -y no cumplidos- para 2009. Esto sólo nos deja tres alternativas: (1) elevamos los impuestos y las tarifas de bienes y servicios públicos (2) bajamos el gasto o (3) aumentamos el déficit de presupuesto y, por lo tanto, la deuda pública.
El problema es que los políticos no se atreven ya a aumentar impuestos y tarifas, pero tampoco quieren enfrentarse con los grupos de poder que consideran que gastar "su presupuesto" es un derecho inalienable. Así, ante la debilidad del Gobierno, la opción de un aumento del déficit se fortalece cada vez más.
El propio presidente nacional del PAN, el flamante diputado César Nava, lo reconocía en una conferencia de prensa el 2 de septiembre: "Estamos conscientes que un hueco de 300 mil millones exige esfuerzos diversos y, en este sentido, la contratación de una deuda moderada y de corto plazo que permitiera ser cubierta en el curso de los siguientes años, preferentemente antes de concluir el sexenio, sería apoyada por Acción Nacional."
No hay ninguna indicación, sin embargo, que el faltante sea de corto plazo o coyuntural y pueda resolverse aumentando la deuda sólo un par de años. El problema es de estructura. Es producto de la cobardía de gobiernos y legislaturas que no se atrevieron a hacer una verdadera reforma fiscal y que han estado saqueando un recurso natural no renovable, el petróleo, para subsidiar el gasto corriente.
Pensar que seremos salvados por un nuevo aumento en el precio internacional del petróleo, por un hallazgo de un yacimiento como el de Cantarell o por una intervención de la Virgen de Guadalupe es cerrar los ojos ante lo insostenible de esta situación.
Contratar deuda para financiar un déficit de gasto corriente es actuar de manera contraria a lo que normalmente haríamos en nuestra vida familiar. Es muy común que quienes hoy trabajamos tomemos todas las medidas posibles para facilitar la vida de nuestros hijos y nietos. Estamos dispuestos a laborar más para ahorrar, para pagarles colegiaturas, para legarles una mejor vida que la nuestra. Lo que hacen los políticos es exactamente lo contrario. Quieren gastar hoy el dinero y contratar deuda para dejar la factura a nuestros hijos.
No podemos ya ni siquiera argumentar que el gasto que estamos haciendo ayuda a las nuevas generaciones. A pesar de que el Gobierno ha usado cientos de miles de millones de pesos en programas sociales a lo largo de los años, la pobreza en México afecta al 47 por ciento de los mexicanos mientras que un 18 por ciento vive en la miseria. El desperdicio en gasto educativo se manifiesta en los bajos niveles de instrucción de nuestros estudiantes.
Ya no podemos continuar este juego perverso. Es importante tomar medidas para restringir y mejorar el gasto público. Cada grupo de poder defenderá el dinero que le toca, diciendo que éste ayuda más a quienes menos tienen; pero la verdad es que buscan únicamente defender sus privilegios.
Como padres de familia no buscaríamos gastarnos el dinero hoy para dejar el pago a nuestros hijos. No debemos permitir que nuestros políticos lo hagan e hipotequen el futuro de las próximas generaciones.
Cada vez es más común que los grupos políticos bloqueen calles y carreteras en perjuicio de los ciudadanos. En los últimos días hemos sufrido bloqueos del Sindicato Mexicano de Electricistas en el Periférico de la Ciudad de México y del Barzón en la autopista México-Pachuca, la Secretaría de Gobernación y el Palacio Legislativo. Como las autoridades tienen miedo de impedirlos, me pregunto si los ciudadanos comunes y corrientes, en vez de liberar las calles por la fuerza, podríamos demandar por daños y perjuicios a los líderes de estas organizaciones.
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