Amagos. En algunas sucursales donde se realizaría el trámite se presentaron trabajadores del sindicato que amedrentaron a los empleados que buscaban su indemnización.
De un lado los traidores y del otro los leales.
Antonio Aguirre aguardaba en la fila para cobrar su liquidación cuando al menos 30 simpatizantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) les exigían reconsiderar, con insultos, a quienes como él aguardaban su finiquito como empleados de Luz y Fuerza.
"Tú el de camiseta blanca, tú que eres de taller no te hagas pen..., vas a cobrar y ¿vas a dejar que se burlen de ti?, ojalá esa lana te dure toda la vida", le gritaba un ex compañero.
Antonio, de 30 años, ocho de ellos como lector de medidores en la compañía, permaneció callado, volteó la mirada, siguió en la fila y entró a la oficina de la compañía en la colonia Doctores.
"El SME es el ejemplo a seguir del sindicalismo mexicano", gritó una integrante del sindicato.
De inmediato, y sin titubear, Benjamín Alvarado, otro ex empleado, le respondió.
"Mentira, es mentira, el SME a mí nunca me apoyó, yo demandé y nunca me atendieron", dijo el hombre, quien señaló haber sufrido actos de corrupción, mismos que acusó y no fueron resueltos.
Cigarro en mano, otro de los simpatizantes del SME caminó de prisa hacia él, pero un compañero se interpuso.
"Aguanten a mañana (hoy), todos estamos sin sueldo, cargarán con eso en sus conciencias", le gritó.
Pero Alvarado regresó y manoteando volvió a defender su postura.
"No te preocupes por mí, preocúpate por ti, este dinero es honesto por mis 25 años de trabajo, no como el de Esparza, dinero robado".
Dos horas después de haber ingresado a la oficina, y ante las fallas en el sistema, Benjamín salió sin su cheque, pero hoy regresará por su finiquito.
En cambio, otro hombre que también estaba formado, escuchaba atento las consignas de los afines al SME. "¡Reflexión, reflexión, reflexión!", gritaban.
Vestía camisa a rayas blancas y azules, pantalón de mezclilla y tenis blancos. La melena sin gel y la cara seria. Bajó la cabeza y se salió de la fila, cruzó la calle y se unió al grupo de protesta.
"Así, así como el compañero, ustedes también resistan, no nos dejen morir solos", les reclamaba un joven que dijo llamarse Pedro.
En el otro bando fue recibido con abrazos. Otro hombre encendió un cigarro y se lo ofreció.
Pero dos horas después, recapacitó y se volvió a formar para recibir su finiquito.
"Sí, me vuelvo a formar, y qué, apoyo al sindicato también".