EL DRAMA COMO REPRESENTACIÓN DE LA REALIDAD
Se dice que el mexicano de hoy no lee más de un libro al año; dentro de esos libros se consideran, seguramente los científicos o los expositivos; así que diremos que libros de literatura se leen aún menos.
Hay que atenuar un poco la aseveración anterior, tal vez las personas no lean tanto, pero lo que se hacen es ver cine (que ya es considerado como un arte) y la Televisión (que no se han desarrollado todas sus potencialidades de arte pero seguramente las tiene porque después de todo es un lenguaje audiovisual y como todo lenguaje tiene la capacidad de producir un efecto estético).
El cine y la televisión comparten con la literatura y el teatro su base dramática; con todas sus bifurcaciones: tragedia, comedia, melodrama farsa, epopeya etc. Si pensamos en los noticieros, tal vez más que la información, lo muchos noticieros explotan, sobre todo aquellos que se llaman amarillistas, es esta cualidad dramática capaz de encender la curiosidad de las personas hasta llevarlas al morbo. Si no, ¿por qué otra razón tiene tanto público la nota sobre el medio artístico? El artista se convierte en personaje que tiene una historia cotidiana que lo mismo puede ser historia de amor, o desamor, o historia negra, y lo que se consume es la historia, lo mismo que en el cine o la televisión y lo mismo que ofrece para su consumo la literatura o la dramaturgia.
A fin de cuentas drama significa acción. Para que exista la acción tiene que haber un conflicto y la historia deja de ser interesante cuando desaparece el conflicto. Por eso, algunos artistas, para que se hable de ello, inventan los conflictos porque de otra manera, sus vidas anodinas a nadie interesarían, mas si como actores o cantantes son malos.
Podemos comparar, con su abismo de diferencia, una novela de Proust donde nos habla de la vida cotidiana de personajes de clase alta o media alta, con su símil de vida hueca de los artistitas del momento. En los noticiarios españoles hacen noticia de tomarles en las playas de veraneo. Pero mientras Proust hace un análisis de ese ambiente y profundiza en lo psicológico, los noticiarios parten de suposiciones de donde tejen los conflictos inexistentes para tomarles el pelo a sus lectores, como si les dijeran: mira a una mosca volar.
Proust es el análisis de una sociedad a través de una época; que se puede completar con otras versiones subjetivas de otros novelistas. Por ejemplo, para conocer a la juventud de los sesentas y setentas que mejor que acercarnos a la literatura de la Onda con José Agustín y Parménides García Saldaña. La juventud dublinesa y sus disyuntivas educativas se pueden conocer a través de Joyce en el retrato del artista adolescente (que muchos que estudiaron en colegios de jesuitas podrían verse reflejado en cualquiera de los personajes).
Nos presumimos mexicanos, pero los medios, o nos dan una imagen idealizada de lo Mexicano (de lo cual se jactaba el indio Fernández) o simplemente no nos la dan y entonces lo único que nos queda apara recuperar un poco de esa herencia desconocida son algunos cuentos o novelas como Canek, el Diosero, la realidad de Rulfo, que es muy rulfiana, o la de otros escritores que han plasmado lo indigenista que también es parte de nuestras almas. De eso, a la india maría, o aquel chimino que ya no sale más por al televisión (Ferrusquilla) hay un océano de diferencia.
El mexicano consume drama: bueno melodrama o malodrama; y no voy a decir que el melodrama no es todo un género. Pero es lo mismo que decir que al mexicano le gusta comer hamburguesas, gorditas, tacos y quesadillas de huitlacoche y que la obesidad de nuestro país se debe precisamente a eso, el gusto por la comida que llamamos chatarra. Y yo no voy a decir que no me gusta la comida chatarra. Así como los nutriólogos dicen que debe de haber un balance en lo que comes para que exista en la salud, en el campo de la cultura es exactamente lo mismo, debe de haber un balance en lo que consumes para que exista una salud cultural.
Con la comida pasa lo mismo que con la literatura: lo nutritivo tiene un sabor que no satisface sobre todo cuando el paladar no está educado. Lo sabroso está lleno de azúcares es empalagoso pero eso a lo larga provoca enfermedades relacionadas con el azúcar y la mala alimentación.
Pero como vivimos en un país de libertad, poco se puede legislar sobre estos asuntos y más cuando no es conveniente que se legisle. Hasta es más: en la juventud resulta glamuroso ir a comer a las pizzas a las hamburguesas con cajita feliz, desayunar gorditas, o tomar café en vasitos de cartón (a pesar de todas las campañas ecológicas) el mismo glamour es comentar la noticia del ambiente artístico, o la nota roja, porque información sobre otras cosas, hay poca y confusa. Hablar sobre la política es un poco de amarillismo en nuestra vida cotidiana, porque la política ha dejado de ser esa discusión sobre el mundo que tenemos que construir par obtener una sociedad justa. Es más, hoy ya no se cree en la posible construcción de un mundo feliz de ninguna especie. (Ni religiosa, ni liberal, ni comunista, ni siquiera consumista).
Pero volvamos al drama que es eso, precisamente, la circunstancia cotidiana del hombre que quiere llegar a alguna parte y no acaba de llegar porque el antagonista no se lo permite y se levanta con el conflicto cotidiano de sobrevivir en un mundo donde cada vez la sobrevivencia humana es más difícil en un mundo donde se ha perdido toda humanidad y donde no se puede definir que es la felicidad. (¿Sentido trágico de la vida? ¿Quién sabe?).
Las novelas nos enseñan a vivir. Las obra de teatro lo mismo. Usted está en plena libertad de seguir consumiendo chatarra; yo de recomendarle a Hemingway, a Joyce, Proust, Faulkner, Cortazar, Carpentier, Amado, Murakami. Si ya somos del primer mundo, tenemos librerías con amplio surtido.
Consuma usted literatura.
