AÚN VALE ENAMORARSE
(Para conmemorar el día del libro, un cuento)
Correr para evitar que el destino venga a nuestro encuentro y acabe con las esperanzas. Esconderse con la intención de pasar desapercibido; mientras el corazón palpita como si eso bastara para sostenerse de la soga de la vida. Desea seguir viviendo, tiene planes; y cuando ellos existen, es necesario que la vida se continúe, porque hay que realizarlos. Tantos, como un doncel puede irlos acumulando al igual que antes acumulaba cosas inútiles que servían para entretenerse. ¿Planear es tonto? A lo mejor cuando hay que andar corriendo; o escondiéndose de una bala que no tiene nada que ver con él ni él con ella ni su mundo con el otro mundo que le gusta constantemente jugar a las ráfagas de ametralladora puesto que quizá quien se encuentra atrás de la metralleta no es tan joven como él, o no es tan bruto como él, y no colecciona sueños inútiles, o piedras en las bolsas o ágates de colores que despierten su imaginación. Ya lo sabe desde hace mucho, son simplemente dos dimensiones diferentes de la realidad que conviven en el mismo espacio. ¡Habiendo tanto planeta estas dos tuvieron que venir a encontrarse a aquí! Si uno pudiera escaparse a esos mundos tan lejanos tan solitarios, tan yertos, si uno pudiera; sueña, sueña de nuevo, aunque los ojos de su madre han llenado océanos de lágrimas diciéndole que deje de soñar y de hacer planes, que un día cualquiera aparecerá muerto en una de las tantas esquinas que tiene la ciudad porque una bala vendrá a tocarle para encantarlo para dejarlo inmóvil sin salvación alguna; y la vida la perderá en un juego que él no ha querido jugar y que pertenece a la otra dimensión, no a la suya, a los de otro planeta que llegaron a éste a matar todos los planes, porque con la vida en un hilo es inútil hacerlos, si hay que evitar constantemente que la muerte venga a abrazarnos y nos dé el beso final.
El juego es correr buscando un escondrijo. Surge una nueva especie en la humanidad antes de que la guerra biológica se desate; no tiene que hacerlo, el hombre rata ya existe y corre buscando un escondrijo para que las balas no lo alcancen. En su ciudad, las alcantarillas no son los suficientemente grandes; le quedan chicas. Sólo en la películas las ha visto con el tamaño ideal par meterse en ellas; lo malo es que también los de la metralleta caben y a lo mejor no cesan de perseguirlo para tirarle unas cuantas balas más y acabar con su vida; tirando al hombre rata afinan su puntería aunque la rata y el hombre no les haya hecho nada, eso no importa, son buenos blancos para el tiro.
Debe de buscar otras opciones, aunque no existen muchas. Todas las casas se encuentran bien cerradas. Los espacios se reducen al mínimo. Nadie entra y todos tienen miedo de salir. Es mejor esconderse en el propio hogar, romper contacto con el exterior, borrar de la mente que las calles existían para conectar unas puertas con otras y que las tardes podían disfrutarse sacando la mecedora para platicar con la vecina. Ahora se teme a los vecinos. Ya lo ha probado antes, si tocas, nadie abre, nadie pregunta, nadie responde. Los muertos habitan la casa de los muertos. Ellos temen que alguien venga a matarlos. Hay que seguir corriendo, en busca de un hueco por donde la rata se pueda escurrir. Está cansado, cualquiera se cansa de ir así sin necesidad, sin querer hacerlo. El sería feliz si pudiera caminar. El atardecer le apetece para caminar. Tiene pocas oportunidades de apreciar los atardeceres que ahora debe de perderse uno más por esta locura de tener que correr con el fin de escapar de las balas. Está seguro que no lo persiguen a él porque no les ha hecho anda. ¡Qué locura! Hacerle algo a una bala. Ni siquiera las colecciona. Se ha encontrado casquillos tirados pero evita recogerlos. Esas cosas queman en las bolsas de sus pantalones. Es tentar a la suerte, a la mala no a la buena. Él no quiere tener nada que ver con las balas; por eso corre, para apartarse de su camino, para no alcanzarlas, para que no le den alcance; para no entrometerse en la dimensión equivocada y perderse de la oportunidad de seguir soñando