Aprovechando una invitación de mi amigo Íñigo, que a su vez fue generosamente invitado por su consuegro Juan Larrinaga, quien nos cedió su palco en El Coliseo, nos fuimos a presenciar el concierto de Chicago. De paso, Íñigo cargó con su hermana Lourdes (mejor conocida como "La Chona"), la cual le añadió un toque aún más simpático al grupo.
Cómo negarse a ir, si nunca en la vida habíamos tenido tal oportunidad, de escuchar a ese grupo con el que solíamos bailar en nuestra juventud, al tiempo que, como dijera Lulú, preguntabas muy serio, a tu pareja: "¿Estudias o trabajas?".
El legendario grupo Chicago nació hacia finales de los sesenta y brilló con todo su esplendor en los setenta. De los integrantes originales si acaso quedarán unos cuatro: El trompetista (Lee); el del trombón (James); el del sax y la flauta (Walter) y el guitarrista (Terry). Los demás son músicos jóvenes que han venido a completar el conjunto y a darle vigor.
En todo El Coliseo abundaban las cabecitas blancas o sin pelo, porque finalmente sólo vamos a esos conciertos los que sabemos quién es Chicago y algún hijo que acompaña a los viejos para no dejarlos solos.
Tanto en el escenario, como entre los espectadores, las energías han ido menguando, porque los músicos primigenios, abandonaban la escena, seguramente para ir a tomar oxígeno tras bambalinas, pues no es lo mismo los treinta que los sesenta.
Sin embargo, el público reconocía el esfuerzo y aplaudía fuertemente, cuando ellos retornaban a la tarima central, de manera especial a James, que no dejaba de batir los brazos, animando al público. Pero ya no eran aquellos brincos por todo el escenario, ni las horas interminables, soplando los instrumentos de viento.
Tocaron sus éxitos más conocidos y agradecieron a México, por recibirlos con tanta calidez, pero Chicago si bien cumplió su compromiso, ya no es aquel grupo que surgió a la fama con el nombre de: The Missing Links, que incluso se enfrentó a un litigio con el ayuntamiento de la ciudad de Chicago, cuando actuaban con el nombre de: Chicago Transit Authority.
Cuando acude uno a esos espectáculos, irremediablemente se sumerge en la nostalgia y los recuerdos de juventud brotan de la mente, como fuente viva de innumerables pasajes.
Eran los tiempos de los bailes cuerpo a cuerpo, en los que como diría Cantinflas, "uno sentía lo que iba a recibir".
En los que el dulce toque de una mano, te alborotaba todas las hormonas y una mirada bastaba para caer rendido a los pies de una mujer.
Las melodías nos decían cosas y representaban sentimientos genuinos y las canciones románticas mucho más. "El hastío es pavorreal que se muere de luz en la tarde". "Usted me desespera, me mata, me enloquece y hasta la vida diera por vencer el miedo de besarla a usted".
No es que el tiempo pasado haya sido mejor, pero de que entonces había más inspiración y romanticismo, creo que no hay quien lo dude.
Hay dos antivalores que me enervan. Uno, es la falta de lealtad o deslealtad y el otro, la cobardía.
Por eso me resulta indignante que esté circulando por la Red un correo, en el que se denigra a Ricardo Rebollo, en base a suposiciones y calumnias. Desde luego sin firma.
¿Si acaso tienen algo ilegal que reprocharle a Ricardo, de su paso por la alcaldía de Gómez Palacio, por qué no firman el correo y aún más, presentan una denuncia de hechos para que se le investigue?
Claro que no, porque no deben tener argumentos para hacerlo y por eso se escudan cobardemente tras la Red.
Qué poco valor civil, qué falta de congruencia, porque además lo hacen ahora que anda en campaña para una diputación. El hecho me resulta indignante, independientemente de dónde provenga el ataque y lo mismo me pasa, cuando veo que se lo hacen a cualquier político.
¿Cómo puede mejorar nuestra sociedad, si actuamos de esa forma?. La cobardía, es una conducta propia de canallas, de personas que no tienen valor civil, para decir las cosas a la cara y no merecen llamarse hombres.
Sin embargo, siempre que veo ataques de esa naturaleza, pienso en la conocida frase que dice: "Nadie le tira piedras a un árbol sin frutos".
Si enderezan sus críticas calumniosas de manera cobarde, es porque saben que es una persona que ha tratado de hacer las cosas bien, porque entre otros motivos, va de por medio el prestigio de su padre, don José (q.e.p.d.) y el apellido de una familia, cuya honorabilidad me consta.
Por lo demás, "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".