Los recientes días son sin lugar a dudas de lo más desalentadores. El coletazo profundo de la tan anunciada recesión ahora sí se está dejando sentir con toda la profundidad de la misma. La mayoría de las empresas está sobreviviendo a estos tiempos en que las ventas han caído estrepitosamente. Además, la liquidez es algo así como un tesoro que ya muy pocos tienen, lo que complica todo el ciclo económico.
Además de todo ello, hay que agregar la parálisis que ha traído para la población el brote epidemiológico de la influenza humana, que con los cierres de restaurantes, escuelas, cines, teatros, simplemente han complicado aún más el desolado horizonte.
Y al final en el tema de la influenza, no hay mal que por bien no venga, para el caso del Gobierno que han tenido ahora que relajarse del escozor diario que les genera la información y recuento de los asesinatos, secuestros y asaltos que el crimen organizado y malhechores oportunistas que aparecen en los medios. La influenza humana desplazó estos títulos, pero ello no significa que el problema no persista con toda gravedad.
Tan es así, que apenas unos días atrás, el Ejército realizó en la Comarca Lagunera de Durango la detención de once gendarmes rurales pertenecientes a la Policía Municipal de Gómez Palacio, presuntamente relacionados con una banda dedicada al secuestro, narcotráfico y homicidio. Entre los detenidos se encontraba el señor Luis Enrique Enríquez, quien ocupaba el cargo de comandante de los propios rurales. Junto a los oficiales también se arrestó a dos civiles.
A estas alturas, la nota no ha tenido la relevancia esperada por varios factores. La propia influenza ha contribuido a ello. Otro más es que existe un antecedente reciente de policías municipales aprehendidos por presuntas vinculaciones a grupos delictivos. En el caso de los agentes de Torreón que por decenas se presentaron en el cuartel de la Policía Federal Preventiva, tratando de rescatar a compañeros suyos que horas antes habían sido detenidos por los propios federales por participación en actividades con narcomenudistas. El zafarrancho terminó con la muerte de un preventivo municipal por fuego cruzado entre las dos corporaciones, la destitución del director de la Policía Municipal de Torreón de aquel entonces, Alfredo Castellanos, y la captura y traslado al Cereso de 40 policías a quienes se les abrió proceso por delitos relacionados con crimen organizado.
Además una diferencia sustancial fue la reacción de alcalde de Torreón, que defendió a los detenidos, a diferencia del presidente municipal de Gómez Palacio, Mario Alberto Calderón Cigarroa, quien suspendió de todos sus derechos laborales a los detenidos gomezpalatinos en tanto se resuelva su situación.
Pero un elemento más destaca: el hecho sucedió en Gómez Palacio, Durango. ¿Qué significa esto? Por alguna razón desconocida, para la opinión pública -aquella que aparece en los medios de comunicación- Gómez no aparece en la proporción de su real importancia. Así que no está su Gobierno bajo el escrutinio adecuado a su peso específico, de manera que es más sencillo que actos atroces como el que el comandante de los rurales sea supuestamente el jefe de una banda de secuestradores y homicidas, no adquiere su real importancia.
A ello se suma que el estado de Durango todo, está más que nunca sumido en el caos. Los ajustes de cuentas, asesinatos y secuestros son cosa de todos los días. Ni siquiera se tiene control de sus cárceles, que en menos de un año ya llevan 20 homicidios, entre ellos la muerte de un reo de alta peligrosidad que dice el Gobierno que se suicidó. Hasta los propios custodios del penal de la capital se rebelan. Y no hay quien dé la cara de los asuntos con la seriedad debida.
Es cierto que la epidemia es nacional, la de la influenza humana y la de la violencia, pero de que Durango es tierra todavía más fértil, no queda duda alguna, amén de lo limitado de sus autoridades.