En el internado de religiosas josefinas donde papá me recluía frecuentemente por mi mal comportamiento, Corín Tellado era la reina. Sus novelas -más disfrutables por estar prohibidas- circulaban de contrabando entre las colegialas. Corín bordaba sus personajes masculinos como nadie: "Jordi era moreno, musculoso, de ojos garzos que ocultaban un misterio
Vargas Llosa, Cabrera Infante, García Márquez, que serían con el tiempo los espléndidos escritores que todos conocemos, han reconocido que su interés por la lectura nació con las novelas románticas de Corín. "Y sin embargo no, mi vida no ha tenido nada de romanticismo. Qué voy a saber del amor si no he tenido tiempo para nada que no sea escribir. Hubo épocas en que entregaba a mi editorial cuatro novelas al mes. Algunas noches tuve que envolverme en una manta, usar mitones para resistir el frío y meterme en la bañera a trabajar porque al hombre con quien me casé, le molestaba el ruido de mi máquina de escribir. Nunca me perdonó que yo ganara mucho más que él".
Durante su breve matrimonio -duró sólo cuatro años- procreó un niño y una niña. Después, tuvo el coraje de separarse del marido, encargarse sola de sus dos chiquitos, y seguir produciendo novelas como quien hace rosquillas.
A los ochenta y dos años, ya casi sorda y con la vista muy dañada por la enfermedad, sólo tres días antes de morir entregó su última novela. "Ya ves -me dijo- he hecho ricas a varias editoriales que gracias a las ganancias que les deja mi trabajo han podido publicar lo que ellos llaman la gran literatura, que desde luego no se vende como se venden mis novelas He ganado mucho dinero, pero no me sirve de nada porque estoy atada a la máquina de diálisis. Tengo la sensación de que la vida es un tren que se me fue".
Hace dos o tres años me enteré de que tan querida escritora de mi juventud, aún vivía. La llamé: Quiero conocerla Corín, deme una cita. "Cuando estés en España me llamas". Y yo volé a Madrid. "Ya estoy aquí", le dije por teléfono. -Ah, pues ahora tienes que venir a Gijón- y volé de nuevo para encontrarla en su luminoso departamento desde donde "miro mi mar" -me dijo.
Ahí estaba, pequeñita y frágil, pero obstinada y valiente como sus heroínas. Seguía trabajando: "Es muy fácil, los personajes me habitan, sólo tengo que dejarlos salir aunque he bajado mucho el ritmo, ahora sólo entrego dos novelas al mes. Aunque yo ya no escribo ¿sabes? Ahora sólo dicto, y estoy empezando a escribir novela de largo aliento. La primera ya está a la venta y si bajas a la librería, ahí la puedes comprar -me dijo-, pero yo no quería perderme ni un minuto del tiempo que me concedía por lo que bajó el Querubín, compró la novela "Amargos Sentimientos" y la autora -según la UNESCO- más leída y traducida a todos los idiomas después de Cervantes, nos la dedicó: "Os deseo lo mejor y con cariño os dedico este libro que espero os agrade".
Pero hasta las escritoras inmorales mueren y Corín acaba de morir. No sé si lo intuí o sólo lo deseé- que alguna vez, un amor oculto, inconfesable perfumó su vida. Ojalá.