Apenas 25 minutos le bastaron al Atlante para resolver su encuentro ante Cruz Azul. (Jam Media)
México, Df.- El estadio Azul es un cementerio inmenso y helado en donde a la gloria se la llevó el pasado. Cruz Azul pena y causa pena cuando juega cada partido de ida de una final. Así ha sido en los últimos 20 años. Dos décadas de ocho finales de ida, de las que ha podido ganar una (en la que fue campeón de Liga), empatado dos y perdido cinco.
Y es que el relincho que Atlante dio ayer, para quedar 0-2, parece encaminar a La Máquina a caer en su tercera final al hilo, ahora en la Concachampions.
Lo de Cruz Azul es para el psicoanalista. ¡Qué alguien les avise la hora en que comienzan los partidos! ¡Que alguien les destape los oídos para que escuchen el grito de su barra: "Azules pongan hue
Nadie podrá negarle al técnico celeste Benjamín Galindo su intrépida intención. Línea de cinco zagueros. Sólo un contención (Velasco), un creativo (Andrade), un lanzador (Villaluz) y dos atacantes (Landín y Zeballos) , elusiva, aunque poco efectiva.
De sus zagueros, tres centrales: Fausto Pinto por izquierda, Joaquín Beltrán por el centro y el debutante boliviano Ronald Raldes por derecha. Acompañados en el carril diestro por Carlos Bonet y en el siniestro a Alejandro Vela. ¿Improvisado? El hecho es que Fernando Navarro se lo llevó sin gota de sudor en la primera carrera, la misma que costó la desventaja cuando el mismo Navarro aún superó a Raldes y luego fusiló a Alfonso Blanco (0-1).
Al timonel cementero los calambres en el estómago le mandaron a retirar a su hombre creativo del medio, Edgar Andrade, para decidirse por un contención: Héctor Gutiérrez. No fuera a terminar el duelo en goleada, pero Atlante estaba en plan de metamorfosear al jamelgo de la Liga en un pura sangre de látigo y casco seguro.
Por eso el potro siguió en trote alegre por las bandas, ahora por la de Bonet, ahí se coló Rafael Márquez para centrar a una pantalla de mantequilla de Gabriel Rey que el Hobbit Bermúdez llegó a firmar agudo, violento, desbocado: 2-0, demasiado fácil, demasiado azulgrana.
¿Y el azul? Un garabato grotescamente trazado. Con un Zeballos que quiere definir todo con disparos desde tres cuartos de cancha. Un Villaluz que hace de escapista cuando se le necesita, un Vela incapaz de mantener la mira en el arco ante el balón franco que le sirven desde el medio, con un Landín que un día hace soñar con goles de escorpiones imposibles y cuando despierta no puede resolver en el mano a mano.
El crédito debería ser todo altantista, por el parado en la cancha, por la barrida dura y sin miramientos de Miguel Ángel Martínez, la habilidad de Gabirel Pereyra, el atrevimiento del Hobbit vaya, por el planteamiento del jinete José Guadalupe Cruz.
Cruz Azul cruza hacia el final del partido volcado, como lo ha hecho en la Liga cuando la vergüenza sonroja las mejillas. Como ha pasado en las últimas dos finales de Liga de 2008 en que durmió en la ida, un partido que les pone la piel de gallina.
