Lancelot Turpin de Crissé.
Roma evoca desde hoy el aspecto que tenía cuando aún era capital de los Estados Pontificios a principios del siglo XIX, por medio de los dibujos que el pintor francés Lancelot-Théodore Turpin de Crissé realizó en sus visitas a la Ciudad Eterna y que se conservan en el Museo del Louvre de París.
La exposición "Dibujos romanos de Lancelot-Théodore Turpin de Crissé (1782-1859)", que se puede ver hasta el próximo 13 de febrero en la Casa-Museo Mario Praz, en el centro de Roma, repasa 24 de las mejores vistas de la ciudad de los Papas dibujadas por este artista, que destacó en los paisajes las arquitecturas y las escenas históricas.
Turpin de Crissé visitó Roma en cinco ocasiones, entre 1806 -cuando las tropas napoleónicas ocupaban la ciudad- y 1838, y realizó más de 150 dibujos que a su muerte donó al Museo del Louvre.
Entre las vistas que ahora reúne el museo romano que se encuentra en la casa del crítico artístico y literario italiano Mario Praz se encuentran lugares emblemáticos de Roma, como Trinità dei Monti -la iglesia que se encuentra en el extremo superior de la escalera de la Plaza de España- o el Foro Romano.
En concreto, se pueden ver varias piezas en las que el francés representa el estado en que, en ese momento, se encontraban restos arqueológicos como el Templo de Venus y Roma -entonces conocido como Templo del Sol y de la Luna- y la Basílica de Magencio, con el Coliseo al fondo.
Los dibujos de Turpin de Crissé también presentan vistas de las colinas Palatina y Aventina, de la Villa Borghese o de los jardines del Palacio Barberini.
Algunos de los paisajes son imposibles de ver ahora, y chocan a quien conozca de primera mano los lugares representados en la actualidad.
En este sentido, puede uno encontrarse una vista del Palacio Venecia, en la céntrica plaza del mismo nombre, frente al cual pasa un carro tirado por bueyes, en vez de los coches y autobuses que hoy lo rodean día y noche; o una imagen bucólica de la Plaza de Termini cuando en ella aún no existía la actual estación ferroviaria, que se inauguró en 1868.
Además de la capital de los Papas, Turpin de Crissé se fijó en sus alrededores y en su río, el Tíber, del que se presentan ahora tres piezas, en las que se ven el Puente Roto -antiguo Puente Emilio en época romana-, el Puente Milvio y el Puente Salario.
En cuanto a la campiña romana, puede observarse el aspecto que entonces presentaban la Villa D'Este, de Tívoli, o las villas Albani y Poniatovski, en lo que hoy es la parte norte de la ciudad pero que en 1824 era pleno campo.
Con estos dibujos, realizados sobre papel y a lápiz, el paisajista consigue, con una gran atención al detalle, transportar al visitante hasta aquella Roma anterior a la Revolución Industrial que aún estaba sometida al poder temporal del Papado.