Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

FAMILIA SIRVIENDO A LA VIDA

GERMÁN DE LA CRUZ CARRIZALES

Despertar... Es Una Experiencia De Vida (Primera parte)

Tomado de una de las entrevistas efectuadas a la doctora Gloria Polo.

¡Hermanos! De verdad es muy lindo para mí estar con ustedes compartiendo ese hermosísimo regalo que me hizo mi Señor hace más de diez años.

Lo que nos ocurrió fue en la Universidad Nacional en Bogotá, Colombia, donde nos estábamos especializando un sobrino que también era odontólogo y yo, mi esposo nos acompañaba ya teníamos que recoger unos libros en la Facultad de Odontología.

Era un viernes por la tarde, estaba lloviendo muy fuerte, mi sobrino y yo nos fuimos debajo de un paraguas muy pequeño, y mi esposo traía su impermeable y él se acercó contra la pared de la Biblioteca General, mientras nosotros, sin darnos cuenta saltando para evitar caer en los charcos nos acercamos a los árboles, cuando fuimos a saltar para evitar caer en un gran charco y fue entonces cuando nos cayó un rayo que nos dejó carbonizados; mi sobrino falleció ahí.

Él era un muchacho, a pesar de su corta edad, muy entregado al Señor, muy devoto al Niño Jesús y traía siempre la imagen de él en su pecho dentro de un vidrio de cuarzo. Según las autoridades forenses el rayo entra a través de la imagen, entra en el corazón, le quema por dentro y le sale en el pie, pero por fuera no se carbonizó, ni se quemó. En cambio a mí, el rayo me entra por el antebrazo izquierdo con el que traía detenido el paraguas. Me quema de forma espantosa todo mi cuerpo por fuera y por dentro, y lo que me quedó hoy como un cuerpo, diríamos casi completamente recuperado, este cuerpo reconstruido, es misericordia de nuestro Señor, ya que me carboniza, me deja sin senos, prácticamente se me desaparece toda mi carne y mis costillas, el vientre, las piernas, se me carboniza el hígado, se me queman los riñones, los pulmones... y sale el rayo por el pie derecho. Como dispositivo intrauterino traía la T de cobre, de manera que el cobre, buen conductor eléctrico, me carbonizó, me pulverizó los ovarios y caí en paro cardiaco.

Allí sin vida, mi cuerpo saltando por la electricidad que quedó en todo ese sitio, pero miren, ésa es la parte física. Pero lo más hermoso, lo más bello es que mientras mis carnes estaban allí carbonizadas, yo en ese instante me encontraba dentro de un hermosísimo túnel blanco, era un gozo, una paz, una felicidad que no hay palabras humanas para describirles la grandeza de ese momento; era un éxtasis inmenso, yo iba feliz gozosa, nada me pesaba dentro de ese túnel, miré en el fondo de ese túnel como un sol, una luz hermosísima. Yo digo que es blanco para ponerle color porque ninguno de los colores es comparable terrenalmente con esa luz hermosa. Yo sentía la fuente de todo ese amor. De esa paz...

Cuando yo voy subiendo digo: ¡Caray! Me morí. Y en ese instante pienso en mis hijos y digo: -¡Ay Dios mío, mis hijitos! ¿Qué van a decir esos hijos? Esa mamá tan ocupada, nunca tuvo tiempo para ellos. Ahí miro con verdad la vida mía y me da tristeza. Me salí de mi casa a transformar el mundo y me quedaron grandes mis hijos y mi hogar. Y en ese instante de vacío por mis hijos. Tengo conciencia de ese momento y echo una mirada, y veo que hay algo bello. Ya mis carnes no estaban, ni en las medidas de tiempo ni de espacio y vi a todas las personas en un mismo instante, en un mismo momento, a todas las personas, a los vivos y a los muertos, me abracé con mis bisabuelos, con mis padres, que habían fallecido, con todos, fue un momento pleno, hermosísimo. Ahí me di cuenta, que me habían metido un "Gol" con lo de la reencarnación, porque yo sí defendía la reencarnación. Y yo decía, mi abuelo y mi bisabuelo, andaba viéndolos por todas partes.

En aquel momento mágico me abrazaron, me encontré con ellos en un instante, nos abrazamos y abracé a todas las personas con las cuales tuve que ver en mi vida, en todas partes, en un mismo instante. Sólo a mi hija que tenía nueve años cuando yo la abracé, sí sintió mi abrazo y se asustó.

No había pasado nada de tiempo en ese momento tan hermoso: y qué lindo, ya sin cuerpo físico, ya no veía como veía antes, que sólo veía al que estaba gordo, flaco, criticando y juzgando. Así no, ya cuando estaba sin mi cuerpo físico. Veía el interior de las personas, qué lindo ver su interior. Ver sus pensamientos, sus sentimientos. Los abracé en un instante y sin embargo, yo seguía subiendo y subiendo llena de gozo. Cuando sentí que iba a disfrutar de una vista hermosa, de un lago bellísimo. En ese instante oigo la voz de mi esposo llorando y con un grito profundo, con todo el sentimiento me grita: "¡Gloria!, ¡por favor no se vaya! ¡Mire Gloria, regrese! Los niños Gloria. No sea cobarde, los niños". En ese instante yo hago esa mirada, como global y lo veo sólo a él. Lo vi llorando con dolor.

Ahí el Señor me concede regresar. Yo no me quería venir de aquel gozo, de aquella paz, de aquella alegría. Entonces, empecé a bajar lento a buscar mi cuerpo, me encontré sin vida. Estaba mi cuerpo en una camilla en la Universidad Nacional de la Enfermería; veía cómo los médicos le hacían como choques eléctricos a mi corazón para sacarme del paro cardíaco. Duramos dos horas y media tirados. Porque no nos podían recoger, porque 'les dábamos toques' a todos. Hasta que dejamos de "darles toques" y nos pudieron asistir. Me empezaron a reanimar.

Miren, yo llego de arriba flotando y pongo los pies en la parte superior de mi cabeza. Y una chispa con violencia me entra y entro en mi cuerpo. Me dolió muchísimo entrar. Porque es que salen chispas como de todas partes. Y lo veía encapsular en esto "tan chiquito". Y el dolor de mi cuerpo, mi carne quemada. Como me dolía. Salía humo y vapor. Y el dolor más terrible, el de mi vanidad. Una mujer con criterios de mundo, la mujer ejecutiva, la intelectual, la estudiante, y la esclavizada del cuerpo, de la belleza y de la moda, haciendo cuatro horas diarias de ejercicios aeróbicos, esclavizada para tener un cuerpo hermoso, masajes, dietas... bueno, de todo lo que se quieran imaginar, ésa era mi vida.

Una rutina esclavizante por un cuerpo bello. Y yo decía: -Bueno, si tengo senos bonitos es para mostrarlos, para qué guardarlos, igual mis piernas, porque sentía que tenía muy espectaculares piernas y senos; en un instante veía con horror, ése era el centro de mi vida: el amor a mi cuerpo. Y ya no había cuerpo, ni senos. Unos huecos impresionantes. Sobre todo el seno izquierdo estaba prácticamente desaparecido, y mis piernas, era lo más terrible que tenía, pedazos vacíos y sin carne, como chicharrón, negrísimos... De allí me llevaron al Seguro Social, rápidamente me operan y empiezan a raspar todos mis tejidos quemados.

Continuará...

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 429421

elsiglo.mx