Despertar... Es Una Experiencia de vida TESTIMONIO DE LA DRA. GLORIA POLO
En Santificar las fiestas fue espantoso y sentí un inmenso dolor. La voz me decía que yo dedicaba cuatro y cinco horas a mi cuerpo y ni siquiera diez minutos diarios de profundo amor al Señor, de agradecimiento o de una oración; eso si empezaba el rosario a una velocidad y yo decía: "En los comerciales de la novela alcanzo a rezar el rosario".
Mostraban como nunca fui agradecida con el Señor, y también me mostraban lo que yo decía cuando me daba pereza ir a misa: "Pero mamá, si Dios está en todas partes que necesidad tengo de ir allá". Claro me era muy cómodo decir eso y la voz me repetía que yo tenía al Señor veinticuatro horas al día pendiente de mí, y yo no rezaba ni un poquito o un domingo a darle gracias al Señor, mostrarle cuán grande era mi agradecimiento y mi amor por Él, y me quedaba grande, pero lo peor del caso, es que esa entrada a la iglesia era el restaurante de mi alma, me dediqué a cuidar mi cuerpo, me volví esclava y se me olvido un pequeño detalle, tenia un alma y jamás cuidé de ella, nunca la alimenté con la Palabra de Dios porque yo muy cómodamente decía que el que lee la palabra de Dios se volvía loco.
Y en los sacramentos, nada, yo solamente decía, que cómo me iba a confesar con esos viejos que eran más malos que yo, porque era muy cómodo para mi entre mi porquería no irme a confesar, el maligno me sacó de la confesión y así fue como me quitó la sanación y limpieza de mi alma, porque cada vez que yo cometía pecado no era gratis, Satanás ponía dentro de esa blancura de mi alma su marca, una marca de tinieblas. Jamás, sólo en mi primera comunión hice una buena confesión, de ahí en adelante nunca más y recibí a mi Señor indignamente.
Llegó a tal punto la blasfemia, la incoherencia de mi vida que yo llegué a decir: "¿Cuál Santísimo? ¿Qué tal Dios vivo en un pan? Es que esos sacerdotes deberían echarle un poco de algo para que supiera rico". Hasta ese punto llegó la degradación de mi relación con Dios.
Jamás alimenté mi alma, y para rematar, no hacía sino criticar a los sacerdotes, si hubieran visto cómo me fue de mal con eso. En mi familia y desde muy pequeños criticábamos a los sacerdotes, empezando por mi papá, decían que esos tipos son unos mujeriegos que tienen más dinero que nosotros y nosotros lo repetíamos.
Y nuestro Señor me decía: "¿Quién te creías tú para hacerte Dios y juzgar a mis ungidos?", me decía: "Son de carne y la santidad de un sacerdote la hace la comunidad que ora, le ama y le apoya y cuando un sacerdote cae en pecado no le preguntan tanto al sacerdote sino a la comunidad. Y el Señor me mostraba que cada vez que yo criticaba a los sacerdotes se me pegaban unos demonios. Fuera de eso cuanto mal hice cuando llamé a un sacerdote homosexual y toda la comunidad se enteró, no se imaginan cuánto daño hice.
Del cuarto mandamiento: honrarás a tu Padre y a tu Madre, el Señor me mostraba como ya les comenté, cómo fui de desagradecida con mis padres, cómo maldecía y renegaba de ellos y no me podían dar todo lo que mis amigas tenían y cómo fui una hija que no valoraba lo que tenía llegué al punto de decir que ésa no era mi mamá porque me parecía muy poquita cosa para mí. Fue espantoso ver el resumen de una mujer sin Dios y como una mujer sin Dios destruye todo lo que se le acerca, y fuera de eso lo más grande de todo es que yo sentía que era buena y santa.
También me mostró el Señor como yo creía que no faltaba a este mandamiento por el simple hecho de haber pagado los médicos y las medicinas de mis padres cuando ellos se enfermaron, también como yo analizaba todo a través del dinero y como los manipulé cuando yo tenía dinero, hasta de ellos me aproveché, el dinero me endiosó y los pisoteé. ¿Saben qué me dolió?, ver a mí papá llorando con tristeza, a pesar de todo, él había sido un buen padre que me había enseñado a ser trabajadora, emprendedora y que debía ser honorable, porque sólo el que trabaja puede salir adelante, pero se le olvidó un pequeño detalle, que yo tenía alma y que él era un evangelizador con su testimonio y como toda mi vida se empezó a hundir a través de todo esto. Veía a mi papá con dolor cuando era mujeriego, él era feliz diciéndole a mi mama y a toda la gente que él era muy macho porque tenía muchas mujeres y que podía con todas, que además él tomaba y fumaba. Con esos vicios que lo hacían sentir orgulloso, pues él no pensaba que eran vicios sino virtudes. Y empecé a ver cómo mi mamá se cubría las lágrimas cuando mi papá empezaba hablar de otras mujeres.
Me empecé a llenar de rabia, de resentimiento y empiezo a ver cómo el resentimiento me lleva a la muerte espiritual, sentía una rabia espantosa de ver cómo mi papá humillaba a mi mamá delante de todo el mundo. Y empiezo con la rebeldía y le digo a mi mamá: "Yo nunca voy hacer como usted, por eso las mujeres no valemos nada por mujeres como usted, sin dignidad, sin orgullo que se dejan pisotear de los hombres". Yo le decía a mi papá cuando ya fui más grande: "Jamás, ponga atención papá, jamás voy a permitir que un hombre me humille como usted lo hace con mi mamá, si un hombre me llega a ser infiel yo me desquito papa". Mi papá me pegó y me dijo: "¿Cómo se le ocurre?".