Habiendo vivido ya bastante más de la mitad de mi existencia, según el INEGI, un servidor sigue teniendo algunas cosas pendientes de realizar en este mundo antes de abandonarlo. Seguramente el amable lector tiene su propia lista de acciones qué ejecutar y lugares qué visitar, que tiene que cumplir antes de escoger mobiliario en Serna. La mía incluye: treparme a un elefante y/o camello; visitar Estambul y San Petesburgo; tener algún tipo de crédito en alguna película (así sea como tramoyista, o al final del elenco como “gordito pelón leyendo el periódico en la plaza”); y ser el portador de la cabeza del dragón que serpentea por las calles en las celebraciones del Año Nuevo Chino.
Y mucho me temo que ese último deseo nunca se me va a hacer. Al menos, no este año, dado que hoy es el Tet, y nadie me ha invitado a (ahora-sí-que) encabezar el movimiento de ningún dragón.
El Tet o Año Nuevo Chino es un festejo muy especial, dado que, según orientales creencias, es el inicio de una etapa en un sentido mucho más amplio y profundo que nuestro año nuevo occidental cristiano.
Y es que allá se cree, por ejemplo, que TODO el año tiene que ver con ciertas características (buenas o malas, positivas o negativas). Así, mucha gente se apresura a casarse en cierto año porque se considera que éste resulta especialmente propicio para uncirse el dulce yugo; otros le hacen harta lucha para reproducirse, porque en un determinado año se supone que los vástagos salen más inteligentes, chambeadores o ya de perdido obedientes. Y así por el estilo.
Cada año está representado por un animal. Como en el caso de los signos zodiacales de Occidente (que a nuestra vez heredamos de los sumerios), son doce. Hoy empieza el Año del Buey, de manera tal que parece que será especialmente venturoso y benéfico para diputados y senadores, tanto los salientes como los entrantes.
¿Por qué no hay una fecha fija para el Tet? Pues porque como otras celebraciones en otras culturas, el calendario ritual chino es una combinación de uno solar y uno lunar. Hagan de cuenta la Semana Santa cristiana, que a su vez es una herencia judía, y se nos anda moviendo cada año, precisamente por el mismo mecanismo de contabilidad del tiempo.
Los chinos y otros pueblos que hoy festejan el Tet lo hacen a todo lo que da. Este día se quema más pólvora en petardos que la gastada en la Segunda Guerra Mundial, se come chop suey por toneladas y se hacen más regalos que en nuestra Navidad. Quizá nos deberían dar una chancita a nosotros… después de todo, ELLOS festejan NUESTRO año nuevo.
En fin, que una buena parte de la Humanidad empieza hoy una nueva etapa. Y si usted es Buey, amigo lector… pues muchas felicidades.