Feliz Año Nuevo... desde el crucero
No todos festejaron la entrada del Año Nuevo con brindis, cena y baile en La Laguna. Para algunos esta fecha es una más en la que tienen que trabajar en una esquina
Sentados sobre uno de los cruceros más comerciales de la ciudad, bulevar Independencia y Ávila Camacho, la señora Clemencia y su familia, observan cómo la noche del 31 de diciembre todos se dirigen apresurados a recibir el Año Nuevo en sus hogares. Pero cuando la luz del semáforo cambia, ella, sus tres hijos y su esposo, se abren paso entre los coches para tratar de encontrar algún cliente que les compre una bengala o un juguete, y con ello tener la posibilidad de una cena de Fin de Año.
Para miles de laguneros el 31 de diciembre es un día de celebración en el que se realiza una serie de rituales para darle la bienvenida a un Año Nuevo y despedir el que pasó a engrosar las páginas de la historia, o simplemente una excusa para que la familia se siente en torno a una mesa, brinden, se abracen y compartan como pocas veces lo hacen durante los demás 364 días del año. Pero muchas personas viven una realidad diferente, Navidad o Año Nuevo son simplemente números de un calendario que les indica que hay que trabajar, que hay que salir a ganarse el pan del otro día, sin importar si es 31 o si son las 12:00 de la noche.
“Casi no hay tráfico y todo el mundo anda apresurado, estamos trabajando desde la 10:00 de la mañana y hasta ahora no hemos vendido casi nada y ya son las 10:00 de la noche, casi todos los vendedores de este crucero se han estado marchando para sus casas por lo mismo. Cuando me preguntan los niños por la cena lo único que les digo es: ¿Cuál cena si no hemos vendido nada? Comeremos lo que haya en la casa y a dormir”. Comenta la señora Clemencia mientras espera que el rojo del semáforo les devuelva la esperanza de una venta.
Al igual que la familia de la señora Clemencia, un buen número de personas se vieron obligadas a recibir el año en las esquinas de los principales cruceros, sobreviviendo de las escasas ganancias que el comercio informal les ofrece. A diferencia de otros años fechas como el 24 y 31 de diciembre significaban para ellos más que una celebración, eran días de sacar provecho económico, ya que con las ventas que realizaban durante la temporada y especialmente en las dos noches, lograban escalar fácilmente, por ejemplo la “cuesta de enero”, aunque en años anteriores terminaban sus mercancías antes de las 10:00 de la noche.
Importantes esquinas comerciales como las de Diagonal Reforma y Juárez, Independencia y Colón, Independencia y Ávila Camacho, Rodríguez Triana y Saltillo 400, entre algunas, fueron destinadas por los vendedores ambulantes, como el lugar en el que le darían la bienvenida al 2009. Luces de bengala, flores, juguetes, borreguitos para la buena suerte e incluso pasteles para quien aún no resolviera lo del postre para la cena, era parte de la variedad de productos que los conductores tenían al alcance de su mano con sólo bajar el cristal de la ventana.
Para Bernardo este es el sexto año en el que un 31 de diciembre sale a los cruceros de Torreón con un puñado de bengalas, lo que más le preocupa es que a las 10:30 de la noche no ha logrado vender ni siquiera lo que invirtió para trabajar y como las bengalas son un producto de temporada, muy seguramente este último día del año para él significará perdidas. “Pues la verdad sí está difícil, es la primera vez que me quedo tan tarde, lo peor es que como yo soy de un rancho ya a esta hora no pasa camión, y menos más tarde porque no me puedo ir hasta que no venda por lo menos lo que invertí”.
Para la mayoría de los comerciantes informales la Navidad y el Año Nuevo dejaron de tener un significado especial, como habitantes del lugar común más funcional en esta situación, todos consideran este día como uno más, creen que ya se perdió el toque especial que caracterizaba a estas fechas y como la situación económica y el descenso en las ventas los obliga a suprimir algunas tradiciones como la cena, lejos de la alegría que a muchos les traen las primeras horas del año, a ellos les llega con una carga de preocupaciones.
En la casa de Carlos López Vega se encuentran su madre, su esposa y sus dos hijas, él piensa recibir el año trabajando, a pesar de que la noche no ha estado buena, cada que el verde empieza a parpadear se alista para torear los coches mientras ofrece sus bengalas en las ventanas de los conductores. Carlos aprovecha estas fechas para sacar algo de dinero, es originario de un rancho cerca de Congregación Hidalgo y se dedica a la extracción de madera, pero la situación económica lo ha obligado a olvidarse de la significativa fecha y a cambiar la cena con su familia, por el smog de los carros en un crucero de Torreón.
En la noche del 31 de diciembre también hay quienes cambiaron el sabor de la tradicional sidra por la gasolina, al igual que los vendedores ambulantes, muchos malabaristas del fuego decidieron alumbrar las esquinas con antorchas, cadenas flameantes o bocanadas de lumbre, como dragones que quemaban las últimas horas de 2008, un grupo de jóvenes optó por recibir el año entre llamas que divertían a los desesperados conductores que trataban de llegar rápidamente a sus destinos.
Aunque en el caso de David y Gerardo, mover las antorchas con fuego en un semáforo, más que una salida económica representa un estilo de vida, los dos artistas urbanos, como ellos mismos se definen, decidieron recibir el año haciendo lo que les gusta. Aun cuando para ellos la fecha no tiene un significado muy especial sí se disponen a celebrar después de la media noche. “Más que un trabajo para nosotros esto es una diversión, lo hacemos por amor al arte, además que divertimos a la gente que viene manejando estresada y como muchos llevan niños a ellos les gusta ver lo que hacemos”.
La realidad de David y Gerardo es muy diferente a la de Guadalupe España, quien a sus 21 años tiene tres hijos y del dinero que saque esta noche escupiendo fuego, en gran parte dependen no solamente la cena de Año Nuevo, sino la de los primeros días de enero. “La expectativa es juntar unos 150 ó 200 pesos, lo bueno de trabajar esta noche es que como la gente está con los de la celebración del año se le hace más fácil soltar la moneda”, Guadalupe es uno de esos laguneros afectados por la crisis, lo despidieron de la maquila donde laboraba por recorte de personal, razón por la que tuvo que recordar su oficio de la adolescencia, tragar fuego.