Clarissa Pinkola Estés, psiquiatra norteamericana, escribió un libro que tituló: "Mujeres que corren con los lobos".
Describe la realidad de la mujer moderna, que se ha generado espacios antes reservados únicamente para los varones; dice: "La mujer salvaje es la psique intuitiva natural; la naturaleza femenina más profunda"; también afirma: "los lobos y las mujeres comparten algunas características psíquicas: la aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto". En sus afirmaciones hay mucho de verdad.
El día ocho de marzo, es la fecha dedicada para festejarlas y reconocerles su vital importancia en la persistencia de la especie; aún más, para muchos, es el recordatorio del enorme endeudamiento que tenemos con ellas.
La responsabilidad por el agravio ha sido incrementada a lo largo de la historia; desde los orígenes de los seres humanos, cuando dedicó su participación, dentro del clan de las cavernas, al esfuerzo por mantenerse atenta del cuidado de la prole y realizar otras actividades, como la caza menor y recolección de frutos.
Entonces existía el reconocimiento a su contribución para la persistencia del ser humano y familia; prueba de ello, son las múltiples evidencias en figurillas creadas en su honor, conocidas como "madonas de la prehistoria", algunas de las cuales muestran evidente estado de gestación, homenaje a su capacidad de ser fecundadas.
Habrá que recordar a Karen Armstrong y sus estudios de las escrituras antiguas, donde afirma que el primer dios tuvo como compañera a la diosa de la fertilidad Aserá, reinando juntos sobre el mundo existente. En algún punto de la historia, por conveniencias de los hombres, su reconocimiento de poder fue menguado hasta ser nulificado.
Tampoco olvide a José Rodríguez y su "Dios nació mujer", que si bien es conocido por su particular guerra contra el cristianismo, especialmente el catolicismo, también asienta datos basados en sus investigaciones, donde confirma el maltrato a la mujer en las religiones judaicas e islamitas, debiendo aparecer el tercer culto monoteísta, el cristianismo, cuando su imagen fue rescatada en los evangelios, que refieren el especial amor y reconocimiento que Jesús dio a las féminas.
Los primeros siglos de los tiempos modernos no fueron excepción, hasta llegar a marcarla como causa de tentación para los hombres, origen del "pecado de la carne".
Aún en la actualidad, las mujeres no han alcanzado el pleno reconocimiento, aunque sí hayan tenido importantes avances y podamos encontrarlas compitiendo -generalmente con ventaja y mejores resultados- con los varones, sea como profesionistas libres o en ocupaciones de la política y/o servicios públicos o privados.
De hecho, en la actualidad, las encontramos invirtiendo el tradicional liderazgo de los varones: profesionales, altas directivas que cuentan con colaboradores; cirujanas, que encabezan equipos quirúrgicos integrados con hombres; profesoras, que tienen a su cargo la dirección y cuidado de la aplicación académica, incluidos profesores; y otros muchos ejemplos, todos constancia evidente de sus altas capacidades, desarrollo y logros en el campo laboral.
Las estadísticas son claras: cada día hay más mujeres dedicadas a contribuir con la familia desde su fuente de trabajo y hombres que han debido aceptar, por propia voluntad o desplazamiento, dedicarse a labores del hogar.
Una encuesta realizada en la UNAM, muestra que en el medio urbano ya suman el cincuenta por ciento los matrimonios jóvenes conscientes de que el cuidado de la familia es responsabilidad compartida por la pareja.
El reto para la sociedad contemporánea es grande y está compuesto de varios factores a atender: el primero y muy importante, que reconozcamos a las mujeres su condición de iguales ante los hombres; encontremos formas nuevas y creativas de relación entre la pareja, base de la familia actual; logremos establecer medios efectivos de comunicación con los hijos y entre mujer y hombre, para poder contrarrestar las influencias negativas de la vida posmoderna.
Si le parece objetivo de vida difícil, piense que el primer paso ya ha sido dado y poco a poco, pero irremisiblemente, la mujer sigue ganando espacios para su desarrollo humano.
Bien por ellas y por los varones, que al final del esfuerzo nos veremos -ambos- recompensados con mayor y mejor calidad de vida personal, de pareja y familiar.
Esperemos que resalte lo mejor de ser mujer: su capacidad de amar y entregarse a los seres queridos y que desoigan a quienes, marcadamente dañadas, insisten en buscar revanchas con el sexo opuesto. Usted sabe que existen algunos grupos, mal llamados feministas, que tienen como objetivo mantener viva la llama del rencor.
Por ahora, es tiempo de reconocerles y festejarlas; encontrar la mejor manera de solucionar las diferencias y, para muchos de nosotros, aceptarles su condición de iguales, sin que nos agreda el machismo entorpeciendo nuestro cambio de actitud.
Lo invito a analizar el tema y, de encontrarle mérito, se sume al cambio.
Por lo pronto: felicitarlas.