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Feminicidios, todo inicia con el insulto

La pobreza, la dependencia económica y la marginalidad impide a un alto porcentaje de mujeres romper con el círculo de violencia

El universal

MÉXICO, DF.- Oaxaca, Nayarit y el Estado de México son, en tal orden, los estados más violentos para las mujeres; un estudio reciente de la Cámara de Diputados advierte que en ellos se comete el mayor número de feminicidios a nivel nacional. La ineficiencia en la procuración de justicia y la consecuente impunidad, así como la marginación, la pobreza y la migración son factores de riesgo, dicen estudiosos del tema. Atrapadas en una espiral de violencia que incluye la agresión sexual, cientos de ellas sucumben a la violencia machista cada año. El 2008 fue también funesto.

Claudia, de 33 años, madre de tres hijos, divorciada y quien más de una vez llegó al hospital por golpizas, condensa esta realidad cuando dice que para su familia, sencillamente, “soy una basura y una pu..”. Claudia, al igual que Brenda e Isabel, son sólo un ejemplo de mujeres en situación de vulnerabilidad.

LA IMPUNIDAD

Claudia dice que llora porque se siente liberada. Vivió su infancia bajo el acoso sexual de su padre alcohólico y los insultos de una madre que jamás creyó sus confidencias. “Fui maltratada desde niña, en todos los sentidos”. Tiene 33 años y una estatura que no sobrepasa el metro con 60. Es esbelta, blanca y de cabellos teñidos de rubio. Hace medio año recibió la última golpiza a manos de su entonces esposo, justo cuando le exigió, por tercera ocasión, firmar el acta de divorcio. Tuvieron que ingresarla de urgencia en un hospital de Ecatepec, porque casi la mata.

El regreso a casa de sus padres no ha sido amable. “La actitud es la misma de siempre: soy una basura y una pu...”, refiere. Ha intentado romper con la condición miserable que arrastra desde siempre, pero no ha podido. Tiene tres hijos —dos mujeres y un varón—, y un oficio como estilista y cosmetóloga que le deja un ingreso menor a los 50 pesos diarios, lo que vuelve inalcanzable su anhelo de independencia.

El suyo es un retrato cada vez más frecuente en éste y muchos otros municipios y poblados de México. Ecatepec cuenta con una población de 1.7 millones de personas, que en su gran mayoría percibe salarios menores a los tres mínimos. La alta marginalidad es una realidad que abruma casi a la totalidad de sus 600 colonias, y ese es el gran factor que convierte casos de violencia particular como el de Claudia, en un fenómeno de consecuencias públicas, no sólo ahí, sino en buena parte del territorio nacional, afirma Minerva Barrón Escobedo, directora del Instituto de la Mujer de Ecatepec.

“El tema de la violencia y agresión sexual tiene que ver con lo que socialmente se ha construido dentro de la familia y la sociedad; es un fenómeno que ha permeado y que dejó de ser privado —como a veces trata de asociarse— porque tiene que ver con lo público”, sostiene.

La tasa de migración en el municipio es elevada, lo cual deja a un considerable porcentaje de hogares con jefatura femenina. Los datos del instituto dirigido por Barrón Escobedo indican que 84 mil mujeres, equivalentes a 10% del total, son cabezas de familia. Las consecuencias de ello, dice la funcionaria, son una creciente deserción escolar, pues la falta de dinero vuelve prioridad la búsqueda de empleo, y la consecuente acumulación de problemas derivados de la pérdida de controles suele estallar en actos violentos. “El maltrato de la madre a los hijos, o entre hermanos, o de los hijos hacia la madre se vuelve común. Y a ello habría que sumarle las adicciones y la prostitución”.

EL CÍRCULO DE

LA VIOLENCIA

La cifra de asesinatos de mujeres ocurridos durante 2008 llegó a 44, de acuerdo con datos que Barón Escobedo dice haber obtenido de la Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos contra la Mujer (de la PGR) y de la Procuraduría General de Justicia estatal.

Esa suma representa poco más de la cuarta parte del total de homicidios contra mujeres sucedidos en el Estado de México, que es de 141 casos.

Los números son referencia del innegable avance que experimenta la violencia contra las mujeres, explica Esmeralda Salinas, psicóloga del Albergue para las Mujeres que Viven Violencia Familiar, en el Distrito Federal. “Esto es como una cascada, va en aumento. Pero lo que debe advertirse es que todo esto comienza con un insulto”.

El discurso de la prevención es algo que manejan las terapeutas que prestan sus servicios en albergues y centros de crisis para mujeres maltratadas. El porcentaje de víctimas que escuchan y tratan de llevar a la práctica las lecciones crece menos de lo esperado, pero Salinas cree que ese pequeño grupo de mujeres decididas a romper el círculo de la violencia constituye una de las pocas esperanzas para contener el fenómeno.

En el Instituto de la Mujer de Ecatepec, al menos una de esas víctimas de la agresión verbal sirve de ejemplo. A los 31 años, Brenda vivía un constante intercambio de insultos con su pareja. Al comienzo, cuenta, el empleo de palabras altisonantes era una especie de juego y como tal lo transfirieron a sus hijos, con quienes sostenían un diálogo salpicado de descalificaciones y altas dosis de violencia. “Solíamos decirle a nuestro bebé de cuatro años que le dijera ‘pu...’ a su tío, y que le diera de patadas. A todos nos provocaba gracia que lo hiciera”.

Lo que cambió la perspectiva de Brenda, hoy de 33 años, salió de una conferencia a la que llegó por casualidad, en el propio instituto. “Ahí me di cuenta de que lo que hacíamos estaba mal, así que hablé con mi marido y le dije lo que estábamos haciendo. No me hizo caso, creyó que era una broma, pero ahí comenzaron los problemas: yo me di cuenta que de las bromas pasó al insulto real y entonces decidí ponerle un límite a la relación. Ahorita estamos temporalmente separados, hasta que él logre cambiar de opinión”.

Brenda terminó sus estudios de preparatoria; su esposo jamás concluyó la primaria. Él trabaja como chofer en una empresa de seguridad. Dice que equivocaron el camino, pues en vez de elevar el comportamiento de su pareja, ella decidió bajar a su nivel. “Lo cierto es que en su familia así fueron educados: todo es agresión, como si fuera un juego, pero yo advertí que estábamos mal, que le hacíamos muy mal a nuestros hijos, y eso es algo que quiero que él comprenda”.

EL FACTOR POBREZA

Lo de Brenda es apenas un paso pequeño en el vasto valle de la violencia contra las mujeres. Detrás existe un entramado social y político que deja a años luz la constitución de un nuevo orden, opina la investigadora de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Clara Rojas. “Para comenzar, la denuncia es algo difícil de ejercer en una sociedad como la nuestra. Muchas mujeres no denuncian porque conocen el nivel de impunidad que existe, pero muchas otras no lo hacen porque se quedan solas con cinco hijos y no tienen capacidad suficiente para mantenerlos; así que van y sacan al marido de la cárcel”.

“Una de las reflexiones feministas es que las relaciones de género nunca serán aisladas, siempre tienen implicaciones de raza, de clase, de región”.

Isabel se casó a los 17 años. Estaba enamorada, dice, y no le importó irse a vivir a casa de sus suegros. Su esposo nunca quiso salir del hogar materno. Era el menor de los hijos y como tal se le atendía. Al año y medio de matrimonio el suegro les hizo un regalo: una casa a medio construir, dentro de la misma colonia.

“Los problemas comenzaron cuando él no quiso hacerse responsable de la nueva casa: ahí no teníamos ventanas ni baño. Y fue ahí donde comencé a experimentar la violencia económica, no me daba dinero para el gasto, y después la violencia emocional, psicológica; me insultaba, y luego pasó a los golpes”, cuenta Isabel.

Desde entonces pasaron 12 años. Está en proceso de divorcio y reside en la casa que fue regalo de los suegros. Ella dice que no piensa abandonarla, pero su todavía esposo no deja de amenazarla. “Va y me grita y me dice que esa casa es suya”. La suegra tampoco le ofrece garantías, “me dice que si yo meto a un hombre en esa casa, me la quita”.

Violencia

en ascenso

Ecatepec es uno de los

municipios más afectados.

- 1.7 millones viven en Ecatepec; la mayoría

gana menos del mínimo.

-84 mil mujeres en este municipio son cabezas de familia.

- 44 mujeres fueron

asesinadas durante 2008 en Ecatepec.

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