El diestro michoacano Fernando Ochoa se fue con las manos vacías a pesar de lograr buenas faenas. Fernando Ochoa deja ir orejas y rabo en la México
México, Df.- Fernando Ochoa es un hombre que tiene fe, que es un devoto católico. Por ello, brindó su segundo toro al obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda. "Por favor, interceda por mí ante Dios, para que me eche una manita con este toro", le dijo el torero al prelado. Pero tan peculiar clérigo no pidió con ganas la intercesión divina, o el creador estaba ocupado en otros menesteres, porque el diestro michoacano no tuvo suerte con Sereno, que como todos sus hermanos de la ganadería de Montecristo lidiados ayer, era descastado, débil. Así pues, hizo lo que pudo, pero encontró hasta silbidos del público.
Ochoa insistiría en buscar el triunfo. Regaló un toro de Xajay, "Carpintero" de nombre. Y ya no buscó la intercesión del obispo Cepeda. Posiblemente dirigió su oración y la acompañó con los aplausos del público, al que brindó, y bordeó el toreo, un faenón el suyo con temple, elegancia, muletazos con ambas manos y adornos de buen gusto. El toro era muy noble. Parecía que ganaría los máximos trofeos. Pero, vaya usted a saber si el Señor del Cielo se distrajo, porque al entrar a matar el michoacano pinchó en hueso, lo intentó nuevamente en los medios, la estocada fue defectuosa. Perdió las orejas y el rabo, pero dio la vuelta al ruedo entre el reconocimiento de la afición.
Fue la corrida 19 de la temporada, de frustraciones de público y toreros por el pésimo ganado. Acudieron a la Plaza México personajes que ya se habían ausentado. Estaba el legendario ex manager de los Dodgers de Los Ángeles, Tom Lasorda.