Ya para estas alturas del partido, a todos nos ha quedado claro que el mundo se enfrenta a una crisis económica sin precedentes; que le va a pegar a prácticamente toda la humanidad viviente y a algunas almas que están haciendo cola para reencarnar en este malhadado planeta. Y que no habrá actividad productiva que no se vea afectada. Las actividades improductivas, como la política, ésas sí ni sudan ni se acongojan. Nuestros rapaces políticos nada más se suben el sueldo, se exentan de pagar impuestos y listo. Para esos ineptos voraces ¿cuál crisis?
El caso es que, precisamente por la profundidad y amplitud del problema, algunos sectores productivos están apelando a sus Gobiernos para mantenerse a flote y no agravar la situación. Así por ejemplo, los grandes fabricantes de automóviles de los Estados Unidos acudieron a Washington, muy mansitos y humildes, a pedirle al Gobierno que los subsidiara para preservar miles de empleos del sector. Lo mismo han hecho los actores de otros rubros de la economía, que sienten que la lumbre ya les está llegando a los aparejos.
El último en hacerlo es uno que, resulta lícito pensarlo, no debería tener problemas: la industria pornográfica.
Efectivamente: el dueño de la legendaria revista Hustler, Larry Flint (a lo mejor vieron la película sobre su vida, con Woody Harrelson); y el presidente de la empresa Girls Gone Wild (Chicas vueltas salvajes) Joe Francis, anunciaron que le pedirán al Congreso cinco mil millones de dólares para el rescate de la industria del entretenimiento para adultos.
Aunque la crisis le ha pegado a ese sector en cuanto a la baja de rentas y ventas de videos acezantes y pujidores, lo cierto es que no anda en números rojos ni mucho menos. Los pornócratas dijeron que eso es cierto. Pero, estando las cosas como están, ¿para qué arriesgarse a que las cosas se pongan peor? Es de sabios prevenir.
Flint alegó que el rescate de la industria porno es por el bien de la nación, diciendo: “La gente se halla demasiado deprimida para estar sexualmente activa. Ello no es nada sano para la nación. Los norteamericanos pueden prescindir de sus carros y demás, pero no pueden prescindir del sexo. Con toda esta miseria económica y la gente perdiendo su dinero, el sexo es en lo que menos piensan. Es el momento para que el Congreso rejuvenezca el apetito sexual de los Estados Unidos. La única manera de hacerlo es apoyando a la industria del entretenimiento adulto, y haciéndolo con rapidez”.
Evidentemente, la solicitud es una burla sarcástica hacia un Congreso que sudó tinta para autorizar el salvamento de compañías cuyos altos directivos ganan decenas de millones de dólares. Pero tal vez algunos se pusieron a pensar si no sería, ciertamente, más eficaz salvar ayudar a Playboy… que a General Motors. Después de todo, habría que pensar en la satisfacción del cliente.