‘EL IMPUESTO DEL CENTRO HISTÓRICO’
Hace ya casi tres años que en Torreón se impuso un impuesto al Centro Histórico, la reacción de un servidor fue de aprobación por el hecho de preservar nuestra ciudad, al caminar por sus calles me pregunté ¿y dónde quedó?, ¿quién no recuerda aquella ciudad tranquila que venció al desierto y auguraba un futuro prometedor?
No hace muchos años se podía ir de compras a la Papelería Dingler, la primera en la ciudad o a la Montauriol, a ferreterías como Simón Lack y La Suiza, la mueblería El Siglo XX, tiendas de ropa como la antigua Ciudad de París y la Casa Espejo, los inolvidables Edificio Arocena, Hotel Iberia y Banco Chino, los Cines Princesa, Torreón, Elena, Royal, Laguna y Modelo, las bodegas de ultramarinos Las Playas y La Vencedora, la comida del restaurant Montecarlo o los cafés del Norte Japón, Pekín y Nacao.
Hoy abro los ojos y veo tiendas de ropa, pensiones, zapaterías, farmacias, las denominadas pulgas, ventas de cómputo, franquicias y tiendas departamentales que demolieron las hermosas instalaciones que albergaban los citados lugares y lo que hoy escasamente se puede ver, por dentro sólo son bodegas.
¿Por qué lo destinado a estas obras no es canalizado a beneficio de casas-hogar, a creación de instituciones educativas para niños y jóvenes con necesidades educativas especiales con o sin discapacidad? Impuestos, Obras, Modernización, ¿a quien engañan?
La historia de Torreón sobrevive solamente en libros y en la memoria de ciudadanos que con nostalgia recordamos los buenos tiempos, hoy observamos con impotencia a estos nuevos empresarios que con la excusa de transformar Torreón buscan incrementar sus bienes.
Omar Zamarriego,
Torreón, Coahuila.
