‘Espíritu lagunero’
Les pido encarecidamente me permitan opinar en páginas de este diario sobre algo que vale la pena porque involucra al llamado “Espíritu lagunero” concepto en el que creo de veras desde el primer día en que llegué a Torreón, porque me pareció un algo especial el trato que en esta comarca se le da a quienes de fuera llegan a compartir con ellos por poco o largo tiempo, sus experiencias de vida.
Restaurar la memoria y movilizar la conciencia es un ejercicio imperceptible entre los propios laguneros, pero para los que venimos de otras entidades nos es muy claro.
Fue el diez de agosto de 1962 cuando pisé por primera vez Torreón y desde ese mismo día tuve tratos con gente de diferentes estratos socioeconómicos y todos ellos me hicieron sentir que La Laguna era mi hogar, que era bienvenido y que todo acá se decía y hacía con valor y con justicia.
La Laguna estaba en medio de una crisis terrible, las prórrogas en los créditos estaban a la orden del día, el campo en ruinas, los campesinos y agricultores en una debacle que parecía total, sin embargo, la gente, toda, mantenía en alto su autoestima y la esperanza no los abandonaba porque las instancias gubernamentales -ellos sentían- estaban con ellos y que saldrían airosos, y así fue, nadie lo negará.
Ha transcurrido casi medio siglo y veo medio muerto ese espíritu lagunero, hay poca solidaridad con los semejantes, el caso de la mina Pasta de Conchos en la zona carbonífera de Coahuila es una muestra que hemos olvidado restaurar nuestra memoria y no movilizamos nuestra conciencia a modo que se haga justicia porque los pillos se han adueñado de ella y le apuestan a nuestra desmemoria.
Me cuesta creer que nadie –gobierno y sociedad- haga nada por rescatar los cuerpos de los mineros muertos en ese accidente provocado por la pichicatería y voracidad de los patrones y la complacencia de los gobiernos en todos los niveles. En lugar de movilizar la conciencia en pos de la justicia, los pillos y poderosos como Rogelio Montemayor, desalojan con violencia a quienes pretenden rescatar sus muertos de entre los escombros y el carbón y todo ello bajo el terrible silencio de las autoridades y de la sociedad, y me pregunto: ¿tan bajo hemos caído al extraviar nuestra memoria y paralizar nuestra conciencia?
Augusto Hugo Peña D.,
Torreón, Coahuila.
