El salario mínimo
¿No es acaso un salario mísero?... a tres años del comienzo del Gobierno de Calderón, las políticas salariales continúan a la baja porque esa es la consigna del Fondo Monetario Internacional en connivencia con el Gobierno de México y no para activar la creación del empleo sino para justificar –aún violando la Constitución Política de México- la atracción del capital extranjero al país y darle cobijo e impunidad a la clase empresarial nacional. Porque amén de que el poder adquisitivo de los más pobres entre los mexicanos ha perdido en este trienio, 44.7% con relación a los productos de la canasta básica, no solo no impulsa la creación de nuevos empleos sino que les permite –dentro de una Ley anticonstitucional y draconiana- a los empleadores, cubrirse con el manto de la impunidad que ha dado carácter a los gobiernos de México en los nueve años que lleva dizque gobernando el Partido Acción Nacional.
Ya es tiempo que nuestros gobiernos hagan justicia a las masas que gobiernan y, que dejen de amafiarse de la manera más perversa con el gran Capital, porque el resultado final de estos malos gobiernos, en relación con la clase trabajadora, pudiese, indeseable pero justificadamente, propiciar un ambiente específico, cual caldo de cultivo, en donde los desórdenes sociales se multipliquen y den entrada –por hambre y pobreza extrema generalizada- a nuevas etapas de levantamientos como los sucedidos hace cien años, por las mismas causas y sobre las mismas razones que las clases trabajadoras, padecen ahora, precisamente por la impunidad galopante en muchos sentidos. Lo estamos viendo en los ataques del gobierno a los mineros y a los electricistas en sus sindicatos; lo vemos en la desatención a los rescates de los mineros fallecidos en Pasta de Conchos; en la impunidad sobre la responsabilidad de los infantes muertos por negligencias múltiples en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora; en los miles de ejecutados desde que Calderón dio entrada a una guerra mal planeada contra la delincuencia organizada, cuestión, esta última, que ha provocado mayor impunidad con la militarización en las calles de todas las ciudades del país, cosa gravísima que más bien parece que se ha implementado y llevado a cabo, no para combatir a los delincuentes sino para controlar a las masas inconformes con la forma de gobierno que padecemos y, más grave aún, para acotar los espacios políticos de quienes aspiran a otro estilo de gobernar dentro del marco legal electoral existente.
De ahí que considero que el salario mísero o mínimo es un ejemplo más de que la impunidad seguirá siendo la madre rectora de los padecimientos del pueblo ahora y en el porvenir, mientras gobiernos débiles e ineptos estén al frente de los requerimientos más caros que nuestra nación requiere urgentemente para sobrevivir dentro de una Seguridad Nacional inexistente y, sin la pérdida de la soberanía que vemos menguada día a día sin que nadie –en el gobierno- haga lo necesario.
Augusto Hugo Peña D.
Torreón, Coahuila
