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Capacidad de asombro

Los buenos deseos no son privativos de este tiempo, tiempo que parece han delimitado para dar o desear amor, paz, solidaridad, generosidad etc., ese debe ser todos y cada uno de los días que permanecemos en este mundo, todos los días debe nacer Dios en nuestros corazones, en nuestro hogar, en las calles, de hecho todos los días nace, pero en nuestras prisas hemos dejado de observar esa maravilla, nada nos asombra, ni lo bueno ni lo malo, hemos perdido la capacidad de asombro, ese es mi deseo para todos, ustedes, nosotros, que recuperemos esa capacidad de maravillarnos con el milagro de la vida, con todo lo que ella implica y que no le podemos quitar, como el dolor, la alegría, el llanto, el canto, el baile, la felicidad y la tristeza, que logremos un equilibrio armónico o lo más armónico que se pueda para vivir en paz.

Gracias por todo, especialmente a aquellos que participan más del lado del desamparado, del inocente, del ignorante que por tal reúne todos los demás requisitos, y recuerden que a veces o generalmente esa ignorancia está estimulada por el mismo sistema, desgraciadamente muchas de las veces a través de los medios de comunicación y de los que utilizamos los medios.

Que el señor Dios de la verdad los bendiga, así como bendice al que anuncia y denuncia la injusticia.

Rosa María O’Leary

***

Cultura de la muerte

El suicidio es un acto morboso, empobrecido y vil. Japón tiene el índice más elevado de inmolaciones del mundo, con más de 35,000 suicidios cada año. En el país del sol naciente, una persona se quita la vida cada 15 minutos.

A través de la Internet, los llamados “pactos de la muerte colectivos”, se están convirtiendo en una epidemia entre los jóvenes japoneses.

Vivimos en una cultura de la muerte aunque esté oculta tras los ropajes de consumismo y bienestar.

Basta profundizar un poco para que esta indigencia moral se presente tal como es, con un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida, que es un don divino. Todo ello aliñado con los mejores ingredientes hedonistas y materialistas que nos llevan a un estado de naturaleza donde todo está permitido, donde no existe el más mínimo referente moral.

El mayor de los atropellos contra la vida humana es el suicidio, porque es el único que no tiene contrición.

Anónimo

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