Huelga. Un cartel es visto en la línea 91 de autobús en París, Francia, anunciando las restricciones en el transporte debido a la huelga que se realizará hoy.
Socorro Ruelas
El siglo de torreón
París
Detrás del nuevo enfrentamiento vivido el martes pasado en la Asamblea Nacional entre la Oposición socialista y el primer ministro de Francia, François Fillon, quien durante 25 minutos defendió el plan de rescate económico de 26 mil millones de euros propuesto por el Gobierno de Nicolas Sarkozy en diciembre pasado, la crisis se generaliza y la desesperación social aumenta en Francia. Este país, uno de los más industrializados del mundo, se preparaba para vivir un “jueves negro”.
Los ocho sindicatos con mayor fuerza en este país entrelazan sus manos para salir en bloque a la calle y encabezar una huelga general hoy. Los trabajadores del sector público y privado exigen al Gobierno la defensa del empleo, denuncian la caída de poder adquisitivo, piden el fortalecimiento de los salarios, la protección social y de servicios públicos ante los efectos de la recesión económica mundial que sacude los bolsillos de los franceses. Ésta sería, según los sindicatos, una de las huelgas con una marcada fuerza social de los últimos años.
Los efectos más severos de la movilización social se resentirán en el sector público. El transporte aéreo espera la anulación del 30 por ciento de los vuelos, y en la capital, como en las principales ciudades de provincia, el metro y el tren de cercanías fue perturbado desde ayer a partir de las ocho de la noche y continuará hasta mañana viernes a las 8:00 horas.
Escuelas y universidades estarán paralizadas por la ausencia de alumnos y maestros; según los sindicatos la ausencia de docentes alcanzará el 67 por ciento.
La televisión y la radio pública suspenderán parte de sus transmisiones y en las instancias de impartición de justicia se prevé una reducción de personal para atender a la ciudadanía.
Los últimos sondeos de opinión pública le otorgan al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy una caída de un punto en su cuota de popularidad, mientras que el primer ministro, pierde tres.
