James Harrison se ha convertido en el líder de la férrea defensa de Pittsburgh. De su labor será muy importante para que los Acereros consigan su sexto anillo de campeón. (AP)
Solamente Ben Roethlisberger sabía de lo James Harrison era capaz antes que todos lo conocieran. La prueba fueron las cinco capturas que realizó en su último juego como miembro de Kent State ante su ahora compañero con los Acereros, Ben Roethlisberger.
Sin embargo, a pesar de su sublime actuación en Kent State, Harrison no tuvo fácil acceso a la NFL.
Debido a su pasado como miembro de Kent State, alma mater de la leyenda de los Acereros, Jack Lambert, Pittsburgh parecía marcado en el destino. Y así fue. Recién egresado, fue invitado al equipo de prácticas para ser cortado. No una, sino dos veces.
Los acérrimos rivales de los Acereros, los Cuervos de Baltimore, vieron la oportunidad y la tomaron, firmando a Harrison para su equipo de prácticas pero tampoco tuvo la oportunidad de alcanzar su sueño. El retiro estaba a la vuelta de la esquina, con tan sólo 26 años de edad y sin poder concretar su sueño. Sin embargo, una lesión por parte de Clark Haggans le abrió la puerta de Pittsburgh por tercera vez. La última oportunidad.
Y no la desaprovecharía, quedándose no sólo en el equipo de prácticas, sino llegando a la escuadra principal y debutando finalmente en la NFL, aunque sea en equipos especiales.
Apodado por sus compañeros “Espalda plateada”, en alusión al gorila dominante de cada familia por su fiereza y fuerza física, fue precisamente un altercado violento el que finalmente lo catapultó a la titularidad.
Sin embargo, no fue suyo, sino de Joey Porter, quien se enfrascó en una bronca previo a un juego ante Cleveland. Tres inicios más, en lugar de Haggans en 2005 y un anillo de Super Tazón como miembro de equipos especiales.
Pero su huella había quedado en el equipo, que decidió firmarlo por cuatro años. De ahí su ascenso sería meteórico. Dos años después, su calidad había despejado dudas, al grado de hacer prescindible a Porter, quien fue dado de baja.
Harrison, no sólo tomó el lugar de Porter como linebacker externo, sino en el vestidor, haciéndose de la reputación del más rudo del equipo. “No, no creo que haya alguien más malo que yo”, dijo en alguna ocasión.
Respaldó sus palabras en 2007, con su designación a Jugador Más Valioso del Equipo, al Pro Tazón y All Pro. Un año después sería más dominante al frente de la mejor defensiva de la NFL. Eso le valió la designación de Defensivo del Año.
Con ese galardón en sus vitrinas y en la víspera del Super Tazón, Harrison ha validado el legado que Lambert le dejó.
Nada mal para alguien que estuvo a punto de cambiar el deporte por la veterinaria.