"Está loco. En serio está loco". Después de haber mandado tantear el agua para saber frente a quién estaría sentado ayer, Marcelo Ebrard recibió este diagnóstico de sus colaboradores sobre Rafael Acosta Ángeles "Juanito".
El PRD, que domina la geografía política del DF, había ya tomado la decisión: Juanito no gobernaría Iztapalapa. En eso se pusieron de acuerdo Pejes, Chuchos, Marcelos, Bejaranos, todas las otras corrientes y hasta PT y Convergencia. Y tocó al jefe de Gobierno disuadirlo de tomar posesión. El intento fue "por las buenas", bajo dos argumentos:
El primero, una encuesta reciente que marca que el 45% de los habitantes de Iztapalapa considera que Clara Brugada debe gobernarles y no "Juanito"; en tal contexto, Rafael Acosta, de suyo inexperto en las lides de la gobernación, enfrentaría un cerco tal que volvería inviable su gestión. Él no tiene grupo, corriente, facción, ni nada que lo respalde, mientras sus agraviados adversarios controlan la fuerza de movilización política más potente de la capital del país.
El segundo, y más poderoso, que no hay modo de garantizarle la seguridad, pues podrá realizarse un operativo para que llegue a la Asamblea Legislativa a tomar protesta, juntarse granaderos para que se instale en su oficina, montarse guardias policíacas para que nadie lo asalte ahí, pero siempre habrá un día después (un fin de semana, un feriado, un año siguiente, incluso cuando termine sus tres años si se quiere) en donde los vengativos estarán esperándolo para cobrarse que no cumplió con su palabra.
Y ahí "Juanito" dobló las manos. Se esfumó el bravucón de barrio y salió una especie de priista genético que renunció hasta por "motivos de salud". A una licencia de 59 días deberá sucederle otra de un mes, para juntar 90 y que proceda su salida definitiva.
El Plan B, si "Juanito" no comprendía, era su destitución, ordenada por la Asamblea, basada en el Artículo 108 del Estatuto de Gobierno del DF (equivalente a la Constitución que tienen los estados) en cualquiera de las fracciones III o VII. La primera habla de "incurrir en omisiones que afecten gravemente el funcionamiento de la administración pública del DF o el orden público" y la segunda de "actos que afecten de manera grave las relaciones de la Delegación con el jefe de Gobierno del DF".
Al final, está por suceder, paso a paso, lo que Andrés Manuel López Obrador gritó, instruyó, ordenó el 16 de junio cuando en una misma noche hizo de "Juanito" un alguien al intentar hacerlo un nadie. ¿Lo demás? Lo demás lo terminaron operando, así lo delineó el tabasqueño hace 104 días, "Juanito", Clara Brugada, Ebrard y los perredistas en la Asamblea Legislativa.