"Todos quieren vivir a expensas del Estado. Olvidan que el Estado quiere vivir a expensas de todos".
Frédérick Bastiat
De nada servirá la nueva alza de impuestos, como de nada han servido las misceláneas fiscales. De nada nos serviría siquiera la reforma fiscal verdadera que los políticos dicen querer pero nunca aceptan. La razón es que el problema de fondo no es el ingreso sino el gasto.
La crisis de las finanzas públicas es producto de un aumento muy importante del gasto público en los últimos años, el cual se financió con ingresos petroleros. Siempre supimos que el precio del petróleo no podía crecer de forma indefinida y que Cantarell se estaba agotando. Pero los políticos prefirieron no hacer caso y siguieron aumentando el gasto.
Entre el 2005 y el 2009 el gasto neto total ha aumentado 23.2 por ciento en términos reales, esto es, descontando la inflación (Presupuesto de Egresos 2010). Pocas empresas privadas o personas físicas han tenido tal aumento en estos tiempos difíciles. El gasto creció, de hecho, de 21.4 a 25.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en el periodo. El Gobierno no puede quejarse, como lo ha hecho, de que le han faltado recursos. El problema es que ha aumentado en exceso su gasto.
Los aumentos en algunos rubros han sido obscenos. El gasto de seguridad pública se elevó 277.9 por ciento, el de desarrollo social 152.3 por ciento, el de salud 101.2 por ciento, el de economía 76 por ciento.
No sólo son excesivos los aumentos de gasto sino que los contribuyentes no estamos recibiendo nada a cambio. El incremento de 277.9 por ciento en seguridad pública, por ejemplo, no se ha traducido en una mayor seguridad; por el contrario, nunca habíamos sufrido tanta inseguridad, tantas ejecuciones, tantas batallas en nuestras ciudades. El de 152.3 por ciento en desarrollo social ha coincidido con un aumento importante en los índices de pobreza. El de 102.1 por ciento en salud se registra en un periodo de aparente aumento de los tiempos de espera para recibir atención en las instituciones médicas del sector público. El de 76 por ciento en economía se registra en un lapso en que la economía nacional ha perdido competitividad y en que ha caído en la mayor contracción económica de Latinoamérica.
La verdad es que el gasto público en México es marcadamente ineficaz. El gasto en educación pública, por ejemplo, aumentó 17.2 por ciento en términos reales entre 2005 y 2009. Pero como lo señala el reciente informe
De la asociación Mexicanos Primero, el sistema educativo nacional constituye un verdadero fraude contra los mexicanos. El 38 por ciento de los estudiantes no llega a terminar la secundaria. Pero aun los que se mantienen en el sistema tienen enormes deficiencias. De hecho, el 56 por ciento de los estudiantes mexicanos de 15 años carece de "las habilidades mínimas para enfrentar las demandas del mundo contemporáneo", como lo señala la prueba PISA 2006.
El Gobierno, empeñado en recaudar más, no ha querido reconocer las deficiencias de su gasto. Para los políticos, los problemas económicos se resuelven siempre aumentando los impuestos. Para los mexicanos que sostenemos el costoso e ineficiente monstruo burocrático, el camino es muy distinto: el Gobierno debe empezar a administrar mejor un gasto de casi 3.2 billones de pesos, el cual equivale a 29,900 pesos por cada hombre, mujer y niño del país. Lo peor de todo es que este gasto, pese a haber aumentado de forma escandalosa, no ha beneficiado a la sociedad.
El presidente Calderón anunció ayer el inicio de la recuperación. Se basa en una cifra de crecimiento de la economía, que el INEGI aún no divulga, de 2.7 por ciento en el tercer trimestre. De manera muy conveniente el presidente compara el PIB del tercer trimestre con el desastre del segundo trimestre. Omite que, en comparación con el tercer trimestre del 2008, la economía sigue estando abajo entre 6 y 7 por ciento.