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G.I. JOE: GUERRA AL SENTIDO COMÚN

MAX RIVERA 2

Clasificación:

Cuando niño jugué durante horas con los primeros muñequitos de la tercera serie de G.I. Joes, que produjo Hasbro desde 1982.

A diferencia de los 30 centímetros de altura de las primeras ediciones, mis G.I. Joes medían 10 centímetros, para competir con las figuras de Star Wars. No se vendían en México que yo recuerde, porque era Kid Acero quién disfrutaba del proteccionismo de López Portillo.

Mis papás me los compararon en Kress, o La Popular, o Tobacco, o en alguna otra tienda extinta del centro de El Paso. No llegué a tener muchos, pues mis padres no eran ricos. Y no soy rico ahora, porque en vez de mantenerlos en su caja y dejar que adquirieran valor de colección, los usé para jugar. Durante horas.

Nunca vi sus caricaturas ni leí sus comics. Ya no tenía edad. Fueron mis últimos muñecos. A diferencia de las sagas de Star Wars o Indiana Jones, no tengo conexión sentimental alguna con la leyenda que le hayan inventado a las belicosas figuritas. Por eso, para mí, la nueva película de los G.I. Joe pudo haberse tratado de lo que fuera, con una historia que violase cuanto canon tengan establecido en su pequeño universo, sin llegar a sentirla un injuria a mi memoria...

Sin embargo me siento injuriado, porque G.I. Joe (la película) logra convertirse durante su última media hora, en un ultraje al arte del guionismo, a la dirección de escenas de acción, a los oídos y en general, al sentido común.

Por no hablar del raspón que se llevaron muchos buenos actores que se prestaron a participar, confiados, creo, en el currículum del director Stephen Summers, lleno de películas disparatadas pero divertidas, como La Momia o Van Helsing,G.I: Joe acumula excesos hasta que deja de ser gracioso, con una narrativa frenética que al final convulsiona hasta lo incomprensible.

Summers parece olvidar que entre escenas de acción hay que meter un descansito, que los que saben aprovechan para hacer más simpáticos o antipáticos a los personajes.

G.I. Joe usa sus escasos breaks para meter tediosos flashbacks de los protagonistas, que para revivir sus recuerdos necesitan contemplar largamente el vacío, como hacen los personajes de telenovelas mexicanas para invocar los cortes comerciales.

Aún así, la cinta tiene varias cosas rescatables. El hecho de que el grupo de soldados de elite es ahora multinacional, en lugar de ser exclusivamente gringo.

Los realizadores tuvieron el buen juicio de eliminar el "jingoísmo", cada vez más injustificable. Hay chicas de buen ver y una secuencia de persecución en las calles de Paris innovadora y muy graciosa. De ahí en más, la cinta queda como mis pobres muñequitos luego de unos años: sin pies ni cabeza.

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